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Reading: María y el Arca del Pacto
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Dr. Eli © All rights reserved
María

María y el Arca del Pacto

Esperanza Viveros
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La afirmación católica de que María de Nazaret es el Arca del Pacto Nuevo es una proposición teológica profunda, particularmente destacada en el Evangelio de Lucas, el cual se basa en una rica imaginería del Antiguo Testamento y en la tradición cristiana primitiva. Esta perspectiva sostiene que María, como la madre que llevó en su seno a Jesús—identificado como la Palabra de Dios, el Pan de Vida y el Sumo Sacerdote—cumple el papel del Arca del Pacto, el vaso sagrado que simbolizaba la presencia de Dios en el antiguo Israel. Sus defensores, incluyendo a Padres de la Iglesia como Hipólito y Atanasio, así como eruditos contemporáneos como Brant Pitre, señalan conexiones lingüísticas, tales como el motivo de “cubrir con sombra” en Lucas 1:35 y Éxodo 40:35, y paralelos narrativos entre Lucas 1:39–56 y 2 Samuel 6, para argumentar que Lucas intencionalmente presenta a María como el Arca Nueva. La secuencia de visiones en Apocalipsis 11:19–12:2, donde el Arca aparece en el templo celestial seguida por la Mujer Vestida del Sol, refuerza aún más esta interpretación. Sin embargo, el argumento enfrenta desafíos, incluyendo ambigüedades textuales, lecturas alternativas y la necesidad de una exégesis cuidadosa para evitar generalizaciones excesivas. Este ensayo explora la importancia bíblica del Arca del Pacto, evalúa los paralelos propuestos entre María y el Arca, examina la reaparición del Arca en Apocalipsis y valora críticamente las fortalezas y debilidades de esta tipología, al mismo tiempo que reflexiona sobre sus implicaciones para el diálogo católico-protestante.

El Arca del Pacto, como se describe en Éxodo 25:10–22, fue el objeto más santo en el antiguo Israel: un cofre de madera de acacia cubierto de oro, diseñado para contener objetos sagrados y servir como epicentro de la presencia de Dios. Medía dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto, y estaba coronada por un propiciatorio de oro (kapporet) flanqueado por querubines, cuyas alas se extendían sobre la cubierta (Éxodo 25:17–21). El Arca contenía solamente las tablas de los Diez Mandamientos, simbolizando la palabra pactal de Dios, como lo aclaran 1 Reyes 8:9 y 2 Crónicas 5:10. Una lectura común pero errónea de Hebreos 9:4 sugiere que también guardaba una vasija de maná y la vara florecida de Aarón, pero estos fueron colocados “delante” del Arca (Éxodo 16:33–34; Números 17:10), una corrección que subraya la importancia de la precisión textual. La santidad del Arca se debía a su papel como lugar de encuentro divino: “Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio” (Éxodo 25:22). Alojada en el Lugar Santísimo dentro del Tabernáculo y más tarde en el Templo de Jerusalén, marcaba el punto culminante de la presencia localizada de Dios, con la santidad intensificándose desde la Tierra Prometida hasta Sion, Jerusalén y el santuario interior del Templo (Isaías 57:15; 66:1).

La importancia del Arca se extendía más allá del santuario, manifestando el poder de Dios de maneras dinámicas. En Josué 3, abrió el río Jordán, permitiendo la entrada de Israel en la Tierra Prometida. En Josué 6, encabezó la procesión alrededor de Jericó, haciendo que cayeran las murallas de la ciudad. En 1 Samuel 4–6, su captura por los filisteos trajo juicio divino, derribando al ídolo Dagón y afligiendo ciudades hasta que fue devuelta. El traslado del Arca a Jerusalén bajo David en 2 Samuel 6 es particularmente relevante para la tipología del Arca Nueva. Cuando Uza toca el Arca para sostenerla y muere al instante (2 Samuel 6:6–7), su santidad es afirmada de manera contundente. David, en un inicio enojado y temeroso, deja el Arca en casa de Obed-edom por tres meses, donde trae bendición (2 Samuel 6:8–11). Después la conduce a Jerusalén, danzando con un efod sacerdotal en medio de gritos y música (2 Samuel 6:12–15). Estos relatos presentan al Arca como un conducto tanto de bendición divina como de peligro, exigiendo reverencia, y preparando así el terreno para las comparaciones con María.

Los teólogos católicos argumentan que María cumple el papel del Arca al llevar en su vientre a Jesús, quien encarna la Palabra (Juan 1:14), el Pan de Vida (Juan 6:35) y el Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14–16). Padres de la Iglesia primitiva como Hipólito (ca. 170–236) describen a María como el “arca incorruptible” que portó el cuerpo de Cristo, mientras que Atanasio (ca. 296–373) la llama la “morada de Dios la Palabra”, vestida de pureza así como el Arca lo estaba de oro. El documento del Vaticano El Santuario (§18) traza un paralelo entre la nube que cubrió el Tabernáculo (Éxodo 40:34–35) y el Espíritu Santo que cubrió con su sombra a María (Lucas 1:35). Brant Pitre, en Jesús y las raíces judías de María, identifica cinco paralelos entre 2 Samuel 6 y Lucas 1:39–56, sugiriendo que Lucas enmarca intencionalmente a María como el Arca Nueva: (1) David “se levantó y fue” a Baala de Judá (2 Samuel 6:2), así como María “levantándose, fue” a la región montañosa de Judá (Lucas 1:39); (2) David se pregunta: “¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?” (2 Samuel 6:9), así como Elisabet exclama: “¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:43); (3) David, vestido con efod sacerdotal, danza delante del Arca (2 Samuel 6:14), así como Juan el Bautista, de linaje sacerdotal, salta en el vientre de Elisabet (Lucas 1:41); (4) David salta y grita delante del Arca (2 Samuel 6:15–16), así como Juan salta y Elisabet alza la voz (Lucas 1:41–42); y (5) el Arca permanece en casa de Obed-edom por tres meses (2 Samuel 6:11), así como María se queda con Elisabet “como tres meses” (Lucas 1:56).

Estos paralelos, sin embargo, enfrentan un escrutinio crítico. La frase “se levantó y fue” en 2 Samuel 6:2 (anestē kai eporeuthē, LXX) y en Lucas 1:39 (anastasa… eporeuthē) es similar pero no idéntica, careciendo de la conjunción en Lucas, y es una expresión común en la Biblia (cf. Génesis 12:1). Además, el “de Baala de Judá” de 2 Samuel 6:2 sugiere movimiento desde Judá, a diferencia del viaje de María hacia la región montañosa de Judá, debilitando el vínculo geográfico. La pregunta de David refleja temor tras la muerte de Uza (2 Samuel 6:9), mientras que la de Elisabet expresa asombro y gratitud (Lucas 1:43), difiriendo en tono emocional, aunque ambas comparten un sentido de indignidad. Los paralelos de júbilo sacerdotal con saltos y gritos son sólidos, con la danza de David y el salto de Juan, junto con el grito, alineándose estrechamente, especialmente considerando el linaje sacerdotal de Juan (Lucas 1:5). El marco temporal de tres meses es sugestivo, pero el “como tres meses” (hōs mēnas treis, Lucas 1:56) frente al preciso “tres meses” (mēnas treis, 2 Samuel 6:11) en la Septuaginta reduce su exactitud, ya que las duraciones aproximadas son comunes en relatos narrativos.

El argumento del “cubrir con sombra” es fuerte, con episkiazō apareciendo tanto en Lucas 1:35 como en Éxodo 40:35 (LXX), sugiriendo que María, como el Tabernáculo, es llenada con la gloria de Dios. Sin embargo, la ausencia de “cubrió” (ekalypsen, Éxodo 40:34) en Lucas 1:35, reemplazado por “el Espíritu Santo vendrá sobre ti” (epeleusetai, Lucas 1:35), debilita el lazo lingüístico. Variaciones entre la Septuaginta y el texto masorético complican aún más las comparaciones, ya que los manuscritos de la Torá en la Septuaginta pueden diferir de los textos hebreos disponibles hoy. El argumento del contenido—que María llevó la Palabra, el Pan y el Sacerdote como el Arca contenía las tablas, el maná y la vara—es convincente, pero debilitado por el hecho de que solo las tablas estaban dentro del Arca. El embarazo temporal de María (nueve meses) también limita la analogía, aunque su maternidad continua, afirmada en la cruz (Juan 19:26–27), puede contrarrestar esta objeción. La amplitud del ministerio de Jesús, cumpliendo múltiples roles del Antiguo Testamento (profeta, sacerdote, rey), corre el riesgo de diluir la especificidad de la tipología del Arca, ya que casi cualquier concepto puede rastrearse hasta Cristo.

Apocalipsis 11:19–12:2 refuerza el argumento católico, con la aparición del Arca en el templo celestial seguida por la Mujer Vestida del Sol, lo que posiblemente indique una visión unificada, como en Apocalipsis 5:5–6 (León y Cordero) o 7:4–9 (144,000 y la gran multitud). La división artificial de capítulos, introducida por Stephen Langton en el siglo XIII, puede oscurecer esta conexión. La presencia celestial del Arca, ausente del Templo terrenal tras su presunta destrucción (2 Reyes 25:8–10) o su ocultamiento por Jeremías (2 Macabeos 2:4–8), sugiere una realidad trascendente, potencialmente simbolizada por María como la Mujer. Sin embargo, Apocalipsis 11:19 podría referirse al pacto mismo o al arquetipo celestial (Éxodo 25:9, 40), y la imaginería cósmica de la Mujer (Apocalipsis 12:1) se alinea más fácilmente con Israel o la Iglesia, complicando una lectura exclusivamente mariana.

La tipología del Arca Nueva es robusta pero no definitiva. El motivo del “cubrir con sombra”, los paralelos de saltos y gritos, y la secuencia en Apocalipsis son persuasivos, apoyados por Padres de la Iglesia primitiva. Sin embargo, las diferencias textuales, la recurrencia de frases narrativas comunes y el hecho de que solo las tablas estaban dentro del Arca debilitan el caso. El escepticismo protestante, arraigado en la sola scriptura…

 

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
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