By using this site, you agree to the Privacy Policy and Terms of Use.
Accept
Logo Logo
  • ES
    • EN
    • ID
    • RU
    • HI
    • PT
    • FR
    • PL
  • ES
    • EN
    • ID
    • RU
    • HI
    • PT
    • FR
    • PL
  • Inicio
  • Acerca del Dr. Eli
  • Leer e interactuarLeer e interactuarLeer e interactuar
    • Torá
    • Hebreo
    • Evangelios
    • Apóstol Pablo
    • María
    • Oración
    • Temas en tendencia
    • En proceso
  • Libros
    • Libros
    • Free Materials
  • Escuelas
    • Israel Institute of Biblical Studies (IIBS)
    • Israel Bible Center (IBC)
Reading: El divorcio en el Cristianismo y en el Judaísmo
Share
Logo Logo
  • ES
    • RU
    • PT
    • PL
    • ID
    • HI
    • FR
    • EN
  • Inicio
  • Acerca del Dr. Eli
  • Leer e interactuarLeer e interactuarLeer e interactuar
    • Torá
    • Hebreo
    • Evangelios
    • Apóstol Pablo
    • María
    • Oración
    • Temas en tendencia
    • En proceso
  • Libros
    • Libros
    • Free Materials
  • Escuelas
    • Israel Institute of Biblical Studies (IIBS)
    • Israel Bible Center (IBC)
Follow US
Dr. Eli © All rights reserved
Temas en tendencia

El divorcio en el Cristianismo y en el Judaísmo

Reexamina el texto familiar a través de un nuevo lente. Descubre perspectivas bíblicas ignoradas.

Esperanza Viveros
Share
SHARE

El divorcio es un tema profundamente complejo y cargado de emociones, uno que conlleva diferentes connotaciones a través de las tradiciones religiosas y los marcos teológicos. En el cristianismo y en el judaísmo, el divorcio es abordado con perspectivas distintas que reflejan sus respectivas prioridades teológicas e interpretaciones de los textos sagrados. Además, la narrativa bíblica introduce una metáfora sorprendente: Dios como Esposo divino que “se divorcia” de Israel, su compañera de pacto infiel, solo para invitarla de nuevo. Este ensayo explora las visiones cristiana y judía sobre el divorcio, examina la traducción debatida de Malaquías 2:16 y reflexiona sobre las implicaciones teológicas del divorcio y las segundas nupcias metafóricas de Dios con Israel.

Cristianismo: El divorcio como tragedia

En el cristianismo, el divorcio es universalmente considerado una tragedia, sin importar las circunstancias que lo producen. Esta perspectiva está arraigada en un marco teológico que enfatiza la santidad y la permanencia del matrimonio como una institución divina. Un pasaje citado con frecuencia que sostiene esta visión es Malaquías 2:16, que, en muchas traducciones al inglés, declara: “‘Porque yo aborrezco el divorcio,’ dice Jehová” (RVR1960). Esta traducción ha moldeado profundamente las actitudes cristianas, presentando al divorcio como inherentemente negativo, una ruptura del ideal de Dios para las relaciones humanas.

Para los cristianos, el divorcio no conlleva connotación positiva alguna. Aun en casos donde el divorcio pudiera ser bíblicamente justificable —como en situaciones de adulterio o abandono— se sigue viendo como un desenlace doloroso, una ruptura del vínculo de pacto que refleja la relación de Dios con la humanidad. El énfasis está en la reconciliación y en la perseverancia dentro del matrimonio, considerando el divorcio como último recurso, si es que llega a ser permitido. Esta perspectiva a menudo proviene de las enseñanzas del Nuevo Testamento, como las palabras de Jesús en Mateo 19:6: “Así que, no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”, que refuerzan el ideal de la indisolubilidad matrimonial.

Judaísmo: El divorcio como una realidad necesaria

En contraste, el judaísmo adopta una postura más pragmática respecto al divorcio. Aunque no se celebra ni se busca a la ligera, el divorcio no se ve inherentemente como pecado ni tragedia. Más bien, se reconoce como un paso legítimo y a veces necesario en un mundo quebrantado, particularmente cuando un matrimonio ha llegado a un estado irreparable. La ley judía, como se establece en la Torá, permite el divorcio por varias razones, incluyendo infidelidad conyugal, violencia doméstica o negligencia del cónyuge. El proceso se formaliza a través de la emisión de un get (certificado de divorcio), como se describe en Deuteronomio 24:1-4, asegurando que la disolución del matrimonio se lleve a cabo con intencionalidad y claridad legal.

El judaísmo reconoce una realidad crítica que, en términos generales, el cristianismo a menudo pasa por alto: lo único peor que el divorcio es un mal matrimonio. Un matrimonio tóxico o disfuncional, marcado por el conflicto, la negligencia o el abuso, puede tener un impacto más perjudicial en los individuos y en sus hijos que el dolor temporal del divorcio. Aunque el divorcio inevitablemente causa agitación emocional, especialmente en los hijos, la exposición diaria a un ambiente matrimonial dañino puede inculcar patrones destructivos que obstaculicen el bienestar futuro. En este sentido, el judaísmo ve el divorcio como una concesión a la imperfección humana, un mecanismo para mitigar un daño mayor cuando la reconciliación ya no es viable.

Reexaminando Malaquías 2:16: Un debate de traducción

La visión cristiana del divorcio como tragedia está fuertemente influenciada por la traducción tradicional de Malaquías 2:16: “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio” (RVR1960). Sin embargo, estudios recientes cuestionan esta versión, sugiriendo que el texto hebreo puede transmitir un significado distinto. La frase hebrea ki-sane shalach (כִּי-שָׂנֵא שַׁלַּח) es gramaticalmente ambigua. En lugar de que Dios declare: “Yo aborrezco el divorcio”, el texto podría traducirse como: “Si alguno aborrece y despide a su mujer”, lo cual se acerca a lo expresado en versiones modernas como la Christian Standard Bible: “Si alguno aborrece y despide a su mujer, dice Jehová Dios de Israel, cubrió de violencia su vestido” (Mal. 2:16).

Esta traducción alternativa cambia el enfoque de una condena general de parte de Dios al divorcio, a una crítica contra el repudio injusto o frívolo iniciado por un marido que “aborrece” a su esposa sin causa válida. Esto se alinea estrechamente con las leyes sobre el divorcio en Deuteronomio 24:1-4, que permiten al hombre despedir a su mujer si encuentra en ella “alguna cosa indecente”, siempre y cuando le entregue un certificado formal de divorcio. La lectura alternativa sugiere que Malaquías está señalando la responsabilidad moral del que repudia, condenando los actos que producen injusticia más que el divorcio en sí mismo.

Además, la palabra hebrea sane (שָׂנֵא), a menudo traducida como “aborrecer”, no siempre conlleva el sentido moderno de aversión intensa. En el hebreo antiguo, sane podía denotar una preferencia comparativa o rechazo, como se observa en Malaquías 1:2-3, donde Dios dice: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. Esto se entiende mejor como “preferí a Jacob sobre Esaú”. De manera similar, la declaración de Jesús en Lucas 14:26, de que uno debe “aborrecer” a sus padres para seguirle, es una expresión idiomática que enfatiza la prioridad, no un odio literal. Si Malaquías 2:16 refleja efectivamente la voz de Dios, la frase “Yo aborrezco el repudio” podría entenderse más bien como una desaprobación de los divorcios sin justa causa, en lugar de un rechazo universal de la práctica.

Dios como Esposo divorciado: Una paradoja teológica

La narrativa bíblica introduce una metáfora sorprendente que complica la discusión sobre el divorcio: Dios como el Esposo de Israel, su pueblo del pacto. En la literatura profética, la relación de Israel con Dios es descrita como un matrimonio, con Dios como el Esposo fiel e Israel como la esposa (Isaías 54:5; Jeremías 3:14). Sin embargo, la idolatría de Israel —descrita como adulterio metafórico— impulsa a Dios a entregar un “carta de divorcio” al reino del norte de Israel, enviándolo al exilio durante la invasión asiria (Jeremías 3:8). Este acto divino de divorcio es respuesta a la persistente infidelidad de Israel, ya que “fornicó con la piedra y con el leño” (Jeremías 3:9).

No obstante, la historia no termina con la separación. En un giro sorprendente, Dios invita a la infiel Israel a regresar: “‘Vuélvete, oh Israel, rebelde, dice Jehová; no haré caer mi ira sobre ti; porque misericordioso soy yo’” (Jeremías 3:12). Dios declara: “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo; y os tomaré a vosotros… y os introduciré en Sion” (Jeremías 3:14). Esta oferta de reconciliación parece contradecir la prohibición de la Torá sobre volver a casarse con una esposa divorciada (Deuteronomio 24:1-4), planteando preguntas profundas sobre la diferencia entre el divorcio divino y el humano.

La distinción entre el divorcio humano y el divino es significativa. El divorcio humano, tal como lo legisla la Torá, es definitivo; un hombre no puede volver a casarse con su esposa divorciada si ella se ha unido a otro. El divorcio de Dios con Israel, sin embargo, opera bajo reglas distintas, reflejando su misericordia ilimitada y su fidelidad de pacto. Al invitar a Israel a regresar, Dios trasciende las restricciones legales del divorcio humano, ofreciendo restauración donde la ley humana lo consideraría imposible. Esta paradoja resalta la tensión entre la justicia y la gracia en el carácter de Dios, así como la naturaleza única de su pacto con Israel.

Reconciliando perspectivas: Preguntas y reflexiones

Las diferentes visiones del cristianismo y el judaísmo sobre el divorcio, combinadas con la compleja imagen del divorcio y la reconciliación de Dios con Israel, invitan a reflexionar sobre varias preguntas. ¿Cómo reconciliar la traducción tradicional de Malaquías 2:16 con las versiones alternativas que cuestionan su condena al divorcio? ¿Sugiere la metáfora del divorcio de Dios con Israel que el divorcio, aunque no ideal, puede servir a un propósito redentor en ciertos contextos? ¿Y cómo equilibrar el énfasis cristiano en la permanencia matrimonial con el reconocimiento judío del divorcio como una realidad necesaria en un mundo quebrantado?

Para los cristianos, el desafío radica en sostener el ideal del matrimonio de por vida en tensión con la realidad pastoral de las relaciones quebrantadas. La perspectiva judía ofrece una valiosa observación: el divorcio, aunque doloroso, puede ser un camino hacia la sanidad cuando un matrimonio se vuelve destructivo. La narrativa bíblica del divorcio y la reconciliación de Dios con Israel complica aún más la discusión, sugiriendo que la gracia divina puede transformar aun los pactos más rotos.

En última instancia, el tema del divorcio exige matiz y compasión. Ya sea visto como tragedia, como necesidad o como metáfora divina, refleja las complejidades de las relaciones humanas y la esperanza perdurable de redención. ¿Qué piensas tú? ¿Han sido representadas estas perspectivas con justicia, o queda más por explorar en la interacción de la teología, la Escritura y la experiencia vivida?

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
INVITACIÓN PARA UNA ENTREVISTA
Follow US
Dr. Eliyahu Lizorkin-Eyzenberg © 2025. All Rights Reserved.
Welcome Back!

Sign in to your account

Username or Email Address
Password

Lost your password?