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Reading: La María judía en el evangelio de Lucas
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María

La María judía en el evangelio de Lucas

Reconsidera a María de Nazaret, la más grande mujer judía que jamás haya vivido.

Esperanza Viveros
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El nombre Miriam (hebreo: מִרְיָם, Miryam) y su forma griega María (griego: Μαρία, María) llevan un profundo significado, vinculando a María, madre de Jesús, con la figura bíblica de Miriam, la profetisa y hermana de Moisés y Aarón (Éxodo 15:20). En hebreo, Miriam suele interpretarse como “amargura” (de mar, que significa amargo). La etimología del nombre refleja muchas pruebas de vida asociadas con quienes lo llevan.

En el Antiguo Testamento, el papel de Miriam como profetisa y líder significativa durante el Éxodo resalta su fortaleza y fe, guiando a Israel a través de la liberación en el Mar Rojo. Esto prefigura el papel de María en el Nuevo Testamento como la que dio a luz a Jesús. La forma griega María usada en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Lucas 1:27) conecta directamente con el hebreo Miryam, preservando el peso teológico del nombre. Los primeros judíos cristianos, familiarizados con las Escrituras hebreas, habrían visto en María la continuación del legado de Miryam, asociando a María con la liberación y la devoción al plan redentor de Dios.

El Evangelio de Lucas presenta a María de Nazaret como una figura profundamente enraizada en las tradiciones religiosas y culturales del judaísmo del primer siglo, desafiando percepciones contemporáneas que pueden pasar por alto su identidad judía observante. La narración de Lucas enfatiza la adhesión de María a la Torá, su activa participación en los rituales judíos y la importancia teológica de su fe dentro del contexto judío del Evangelio. María emerge como un modelo de fidelidad judía al guardar los mandamientos, participar en eventos judíos fundamentales y encarnar la esperanza del pacto de Israel, sirviendo así de puente entre las Escrituras hebreas y el Nuevo Testamento.

El Evangelio de Lucas retrata vívidamente la identidad judía de María desde el inicio, destacando su estricta observancia de las leyes de la Torá. En Lucas 2:21–24, después del nacimiento de Jesús, María y José guardaron cuidadosamente los requisitos de la Torá. Se aseguraron de la circuncisión de Jesús al octavo día, un rito fundamental arraigado en Génesis 17:12 que significa inclusión en el pacto de Dios con Israel. Además, cumplieron con los rituales de purificación ordenados en Levítico 12:2-8, presentando a Jesús en el templo de Jerusalén y ofreciendo un sacrificio de dos tórtolas o dos palominos, una provisión para quienes tenían recursos modestos, como lo señala la Torá. Este acto de redención de su primogénito, requerido en Éxodo 13:2, subraya su compromiso con la ley judía.

La visita al templo realza aún más la representación de la identidad judía de María mediante su encuentro con Simeón, un hombre justo que esperaba la consolación de Israel (Lucas 2:25). La declaración profética de Simeón en Lucas 2:29-32 de que Jesús es “luz para revelación a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel” sitúa al hijo de María dentro de la esperanza judía de redención mesiánica, haciendo eco de profecías como Isaías 42:6 y 49:6. Las palabras posteriores de Simeón a María, anunciando que Jesús sería “puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha” y que “una espada traspasará tu misma alma” (Lucas 2:34-35), la conectan con el motivo del siervo sufriente en Isaías 53, un tema poderoso de las Escrituras judías. La presencia de María en el templo, interactuando con tales figuras proféticas, subraya su profunda integración en la vida religiosa del judaísmo del primer siglo.

El compromiso de María con la observancia judía se extiende más allá de la narración de la infancia, como se ve en la peregrinación anual de su familia a Jerusalén para la fiesta de la Pascua (Lucas 2:41). Esta peregrinación, ordenada en Deuteronomio 16:1-6, era un pilar de la identidad judía, uniendo a la comunidad en la adoración y en el recuerdo de la liberación de Dios. El relato de Jesús, a los doce años, dialogando con los maestros en el templo (Lucas 2:42–50) ilustra aún más la inmersión de la familia en la vida religiosa judía. La angustia de María cuando Jesús se queda atrás (Lucas 2:48) revela su lucha humana por comprender el llamado divino de su hijo, pero su continua meditación sobre estos sucesos (Lucas 2:51) refleja una fe formada por las expectativas judías de intervención divina.

El retrato detallado de Lucas sobre la observancia de la Torá por parte de María resulta particularmente notable, dada la suposición común de que él fue un autor gentil. Sin embargo, el conocimiento minucioso del Evangelio sobre costumbres judías, prácticas del templo y alusiones escriturales sugiere ya sea un autor judío o uno profundamente inmerso en la cultura judía. Una de las expresiones más profundas de la identidad judía de María es su oración, el Magníficat (Lucas 1:46-55), que hace eco de la oración de Ana en 1 Samuel 2:1-10. Al igual que Ana, María alaba la justicia de Dios al humillar a los soberbios y exaltar a los humildes, un tema resonante en la literatura profética judía, como Isaías 40:4. Su oración refleja un profundo compromiso con las Escrituras de Israel, presentándola como una hija fiel de Sion que confía en las promesas de Dios a Abraham y a su descendencia (Lucas 1:55). Al invocar estas promesas de pacto, María encarna el ideal de la “Virgen de Israel” (Jeremías 31:4), representando al remanente fiel de Israel que espera la redención de Dios.

La respuesta de María al anuncio del ángel Gabriel en Lucas 1:26-38 ilumina aún más su fe judía. Como una joven de Nazaret, aldea posiblemente asociada con esperanzas mesiánicas (Zacarías 3:8; Isaías 11:1), la aceptación de María de su papel como madre del Mesías demuestra una extraordinaria confianza dentro de un marco judío. Su pregunta, “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (Lucas 1:34), seguida de su sumisión, “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38), refleja la fe de figuras bíblicas como Abraham y Moisés, quienes respondieron al llamado de Dios a pesar de la incertidumbre. Este momento subraya su papel como una judía fiel, dispuesta a participar en el plan de Dios para la redención de Israel.

La identidad judía de María no es meramente un detalle histórico, sino un pilar teológico en el Evangelio de Lucas. Su observancia de la Torá, participación en los rituales del templo y compromiso con las tradiciones proféticas judías la presentan como una discípula ideal de Jesús que encarna la fe de Israel. Su historia enlaza las Escrituras hebreas con el Nuevo Testamento, presentándola como una judía fiel cuya vida cumple las promesas del pacto de Dios. A través de María, Lucas ilustra la continuidad del plan de Dios desde Israel hacia las naciones, con su fe como modelo para todos los creyentes. Su vida, impregnada de tradición judía, invita a los lectores a apreciar la profundidad de su papel en la historia de la salvación y la relevancia duradera de su fe. Su vida nos invita a abrazar una confianza inquebrantable en el propósito divino, a encontrar fortaleza en la tradición y a vernos como parte de una historia mayor de redención.

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
INVITACIÓN PARA UNA ENTREVISTA
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