El resurgimiento del interés en las raíces judías del cristianismo y en la observancia de las Fiestas del Señor entre los cristianos de todo el mundo es un fenómeno profundo y multifacético. Durante las dos últimas décadas, las iglesias cristianas de casi todas las denominaciones principales han reconocido cada vez más la identidad judía de Jesús, su Salvador y Rey. Este despertar ha encendido una exploración renovada de las fiestas bíblicas, su significado teológico y su relevancia para los creyentes gentiles. Sin embargo, la pregunta que con frecuencia se plantea —“¿Deben los cristianos observar las fiestas judías?”— está cargada de suposiciones que oscurecen las cuestiones bíblicas y teológicas más profundas que están en juego. Al reformular la pregunta y fundamentarla en un contexto más fiel a la Biblia, podemos comprender mejor por qué este tema está teniendo un poderoso resurgimiento y cómo los cristianos gentiles podrían acercarse a las Fiestas del Señor de una manera que honre tanto su continuidad de pacto con Israel como la obra transformadora de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús.
Los problemas con la pregunta tradicional
La formulación tradicional de la pregunta —“¿Deben los cristianos observar las fiestas judías?”— conlleva varias suposiciones problemáticas que no se alinean con la narrativa bíblica ni con el contexto histórico de la iglesia primitiva. En primer lugar, el término “cristianos” en este contexto a menudo implica un movimiento no judío completamente distinto de Israel. Esta suposición pasa por alto los orígenes judíos de la fe cristiana. El Nuevo Testamento presenta claramente a los primeros seguidores de Jesús como una secta judía, profundamente arraigada en las tradiciones, las Escrituras y las promesas de Israel. El mismo Jesús fue un judío observante de la Torah, y sus apóstoles, incluyendo a Pablo, continuaron participando en prácticas judías, incluyendo la observancia de las fiestas bíblicas (por ejemplo, Hechos 20:16; 1 Corintios 16:8). Estudios recientes sobre el trasfondo judío del Nuevo Testamento —como los trabajos de eruditos como N. T. Wright y Amy-Jill Levine— han demostrado que la iglesia primitiva tenía un carácter mucho más judío de lo que el cristianismo dominado posteriormente por gentiles sugeriría. La noción del cristianismo como una religión separada y no judía surgió gradualmente, especialmente después de la destrucción del Segundo Templo en el año 70 d.C. y la posterior separación entre el judaísmo y el cristianismo. Por lo tanto, presentar a los cristianos como inherentemente desconectados de Israel es tergiversar la realidad histórica y bíblica.
En segundo lugar, referirse a las fiestas bíblicas como “las fiestas judías” las desasocia sutilmente de su origen divino. La Torah llama explícitamente a estos tiempos señalados “las fiestas de Jehová” (Levítico 23:2, 4, 37, 44). Son las fiestas de Dios, dadas a Israel como parte de su relación de pacto con Él, pero su significado teológico se extiende más allá de Israel hacia las naciones. Por ejemplo, Zacarías 14:16–19 visualiza un futuro en el cual todas las naciones celebrarán la Fiesta de los Tabernáculos, lo que sugiere un alcance universal para estos tiempos designados divinamente. Al etiquetarlas exclusivamente como “judías”, corremos el riesgo de reducir su importancia universal y escatológica, así como su conexión con el plan redentor de Dios para toda la humanidad.
En tercer lugar, la inclusión del verbo “deben” en la pregunta evoca los debates del siglo XVI entre protestantes y católicos acerca de la fe frente a las obras en el contexto de la salvación personal. Esta formulación coloca inadvertidamente la observancia de las fiestas dentro de un paradigma legalista, donde la pregunta se convierte en si los cristianos están obligados a realizar ciertos rituales para ganar la salvación. Tal perspectiva es ajena al contexto bíblico, donde las fiestas no tratan principalmente de ganar justicia, sino de participar en el ritmo de pacto de Dios, recordar sus obras poderosas y anticipar su futura redención. Las fiestas son una invitación a adorar, no una lista de verificación para la salvación.
Reformulando la pregunta
Para alinearla más estrechamente con la narrativa bíblica, la pregunta debería reformularse así: “¿Debe el seguidor del Cristo judío, que proviene de las naciones y no de Israel, también considerar como sagradas ‘las Fiestas del Señor’?” Esta formulación reconoce la identidad judía de Jesús, la relación distinta pero conectada del creyente gentil con Israel y la propiedad divina de las fiestas. Desplaza el enfoque de la obligación a la oportunidad, invitando a los cristianos gentiles a considerar cómo podrían participar en los tiempos señalados de Dios de una manera que refleje tanto la continuidad del pacto con Israel como la realidad transformadora de la obra de Jesús.
La respuesta a esta pregunta reformulada es un rotundo sí. Los seguidores gentiles de Jesús no están obligados a hacerse judíos ni a observar las fiestas del mismo modo que Israel bajo el pacto mosaico. Sin embargo, son invitados a considerar estos tiempos como santos de una manera que refleje su inclusión en la comunidad de Israel (Efesios 2:12–13) por medio de Cristo. La pregunta no es si deben observar las fiestas, sino cómo hacerlo de una manera que honre su identidad como gentiles, respete el llamado único de Israel y celebre el cumplimiento de las promesas de Dios en Jesús.
Las Fiestas del Señor y su significado cristiano
Las Fiestas del Señor, como se describen en Levítico 23, incluyen el sábado semanal, la Pascua, la Fiesta de los Panes sin Levadura, la Fiesta de las Primicias, Pentecostés (Shavuot), la Fiesta de las Trompetas (Rosh Hashanah), el Día de la Expiación (Yom Kippur) y la Fiesta de los Tabernáculos (Sukkot). Estos tiempos señalados no son meramente celebraciones culturales o étnicas, sino profundamente teológicas, que apuntan a los actos redentores de Dios en la historia y a sus propósitos escatológicos.
Observancia cristiana histórica e implicaciones modernas
Resulta interesante que muchas tradiciones cristianas nunca abandonaron por completo la observancia de las Fiestas del Señor, aunque sus prácticas a menudo se han desviado de los patrones bíblicos. Las iglesias católica y ortodoxa oriental, por ejemplo, celebran fiestas como la Pascua/cristiana Pascua y Pentecostés, pero con frecuencia han cambiado las fechas para distinguirse de la práctica judía e incorporado tradiciones no bíblicas. Las iglesias protestantes, igualmente, suelen marcar estos tiempos con servicios especiales, aunque quizá no los conecten explícitamente con sus raíces judías.
Recientemente, sin embargo, ha surgido un movimiento creciente entre los cristianos para recuperar el contexto judío de estas fiestas. Este movimiento está impulsado por el deseo de reconectarse con la narrativa bíblica, fomentar la solidaridad con el pueblo judío y experimentar la riqueza de los tiempos señalados de Dios. Por ejemplo, muchas iglesias ahora celebran Seders de Pascua, estudian las fiestas bíblicas en sus grupos pequeños o incorporan elementos de las fiestas en sus calendarios litúrgicos. Esta tendencia es particularmente evidente en las comunidades evangélicas y carismáticas, donde hay un anhelo de un compromiso más profundo con las Escrituras y un rechazo a la teología del reemplazo que en su momento distanció al cristianismo de su herencia judía.
Conclusión
El renovado interés en las Fiestas del Señor entre los cristianos es un testimonio de la obra del Espíritu Santo al restaurar la comprensión de la iglesia acerca de sus raíces judías. Al reformular la pregunta de la observancia de manera que honre la identidad judía de Jesús, la propiedad divina de las fiestas y la inclusión de los gentiles en el plan redentor de Dios, podemos ir más allá de los debates legalistas hacia una visión más rica y más bíblica. Los cristianos gentiles no están obligados a observar las fiestas, pero están invitados a participar en ellas como un acto de adoración, solidaridad con Israel y anticipación del reino de Dios. A medida que las iglesias continúen abrazando este llamado, experimentarán una conexión más profunda con la comunidad de Israel y una apreciación más plena del Dios que ha designado estos tiempos para Su gloria y para nuestro gozo.