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Hebreo

¿Cuál era el verdadero nombre de Jesús?

Explora las traducciones hebreas y griegas del nombre que es sobre todo nombre.

Esperanza Viveros
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Como teólogo y lingüista, emprendo la tarea de examinar la afirmación de que el nombre hebreo de Jesús debe representarse como “Yahshua”, una propuesta que carece de respaldo en fuentes antiguas hebreas o arameas. Este análisis, basado en perspectivas lingüísticas, históricas y teológicas, esclarece los orígenes y el significado del nombre de Jesús, afirmando “Yeshúa” (יֵשׁוּעַ) o “Yehoshúa” (יְהוֹשֻׁעַ) como las formas hebreas auténticas, a la vez que aborda el carácter especulativo de “Yahshua”. La discusión integra evidencia textual, análisis etimológico y el contexto cultural-lingüístico del periodo del Segundo Templo para clarificar la forma y el sentido del nombre.

En el judeo-griego del Nuevo Testamento, el nombre de Jesús se escribe consistentemente como Ἰησοῦς (Iēsous). Esta transliteración griega corresponde al nombre hebreo Yeshúa (יֵשׁוּעַ) o a su forma más extensa, Yehoshúa (יְהוֹשֻׁעַ), ambas de uso común entre los judíos durante el periodo del Segundo Templo (aproximadamente 516 a.C.–70 d.C.). El nombre Yeshúa aparece casi treinta veces en la Biblia hebrea, refiriéndose a diversos individuos (por ejemplo, Esdras 3:2; Nehemías 3:19; 1 Crónicas 24:11). Asimismo, Yehoshúa, más conocido como el sucesor de Moisés, está bien atestiguado en textos bíblicos (por ejemplo, Números 13:16). Estos nombres, enraizados en la tradición lingüística hebrea, constituyen la base para entender el nombre de Jesús.

Etimológicamente, Yehoshúa (יְהוֹשֻׁעַ) es un nombre compuesto derivado de dos raíces hebreas: el elemento teofórico יהו (Yahu), una forma abreviada del nombre divino YHWH (el Tetragrámaton), y el verbo ישׁע (yasha‘), que significa “salvar” o “liberar”. Así, Yehoshúa puede traducirse como “YHWH salva” o “el SEÑOR es salvación”. Yeshúa (יֵשׁוּעַ), una contracción pos-exílica de Yehoshúa, simplifica la pronunciación conservando el sentido esencial. Esta forma más corta probablemente surgió por cambios fonéticos en el hebreo bíblico tardío y el arameo, donde la combinación inicial yod-heh (יה) de Yehoshúa fue reducida, dando lugar a Yeshúa. En este contexto, Yeshúa puede interpretarse como “Él [el SEÑOR] salva” o simplemente “salvación”, según el matiz sintáctico.

La equivalencia de Yeshúa y Yehoshúa en el judeo-griego es significativa. El griego Ἰησοῦς (Iēsous) no distingue entre ambas formas hebreas, ya que el idioma griego carece de la precisión fonética para reflejar diferencias sutiles en la vocalización hebrea. En consecuencia, tanto Yeshúa como Yehoshúa son representados como Ἰησοῦς en la Septuaginta (la traducción griega de la Biblia hebrea) y en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Josué hijo de Nun es llamado Ἰησοῦς en la Septuaginta (véase Josué 1:1), al igual que Jesús de Nazaret en los Evangelios. Esta continuidad lingüística subraya la identidad compartida de los nombres a través de los contextos hebreo, arameo y griego.

La importancia teológica del nombre de Jesús se expresa explícitamente en el Evangelio de Mateo: “Y llamará su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Esta afirmación establece una conexión directa entre el nombre Yeshúa y su raíz semántica, ישׁע (salvar). En hebreo, el nombre Yeshúa está fonética y conceptualmente vinculado al sustantivo יְשׁוּעָה (yeshu‘ah), que significa “salvación”. La declaración de Mateo refleja un juego de palabras: Jesús (Yeshúa) recibe el nombre de “salvación” porque encarna el acto divino de salvar al pueblo de Dios. Esta interpretación concuerda con las prácticas de nomenclatura judía, donde los nombres a menudo conllevaban carga teológica o profética, reflejando el papel o propósito divino del portador.

Las raíces de Yeshúa probablemente incorporan tanto el verbo היה (hayah), que significa “ser” o “existir”, como ישׁע (yasha‘), “salvar”. El elemento יה (yah) en Yehoshúa se conecta al nombre divino y al verbo “ser”, ya que YHWH está asociado con la existencia eterna (cf. Éxodo 3:14, “YO SOY EL QUE SOY”). Al mismo tiempo, el motivo de la salvación (ישע) refuerza la misión redentora atribuida a Jesús en la teología cristiana. Esta doble etimología enriquece el significado del nombre, sugiriendo tanto presencia divina como liberación. Sin embargo, la interacción exacta de estas raíces en la formación de Yeshúa sigue siendo materia de discusión académica, dado que los nombres hebreos antiguos a menudo mezclaban múltiples capas semánticas.

En contraste, el nombre propuesto “Yahshua” no tiene evidencia en fuentes antiguas hebreas o arameas. Los proponentes de “Yahshua” sostienen que combina “Yah” (una forma abreviada de YHWH) y “shua” (de una raíz que significa “salvar” o “clamar por ayuda”). Teológicamente, “Yahshua” puede parecer atractivo, ya que podría interpretarse como “Yah salva”, alineándose con el papel salvífico de Jesús. Sin embargo, esta forma presenta problemas lingüísticos. El verbo hebreo para “salvar” es ישׁע (yasha‘), no שׁוּעַ (shu‘a), que está relacionado con clamar o pedir auxilio (cf. Salmo 28:2). Además, no existen textos judíos conocidos del periodo del Segundo Templo ni anteriores que utilicen “Yahshua” como nombre personal. Los Rollos del Mar Muerto, la literatura rabínica y otras fuentes contemporáneas atestiguan consistentemente Yeshúa o Yehoshúa, pero nunca “Yahshua”.

La ausencia de “Yahshua” en los registros históricos sugiere que se trata de una construcción moderna, posiblemente surgida del deseo de enfatizar el nombre divino (Yah) en la identidad de Jesús. Aunque este impulso refleja creatividad teológica, carece de respaldo empírico. El análisis lingüístico de las convenciones de nombres hebreos revela que los nombres teofóricos suelen seguir patrones como Yehoshúa (יְהוֹשֻׁעַ), Yirmeyahu (יִרְמְיָהוּ, Jeremías) o Yeshayahu (יְשַׁעְיָהוּ, Isaías), donde el elemento divino (יהו o יה) se combina con un verbo o sustantivo. Yeshúa encaja en este patrón como una forma abreviada, pero “Yahshua” se desvía sin precedente.

Culturalmente, la popularidad de Yeshúa en el periodo del Segundo Templo está bien documentada. El historiador judío Josefo menciona a varios individuos llamados Yeshúa, y el nombre aparece en inscripciones de osarios de la época. Esta prevalencia indica que Yeshúa era un nombre común, comparable a nombres modernos como Juan o María. La elección de Yeshúa para Jesús, como se registra en los Evangelios, refleja así un nombre judío típico con carga teológica otorgada mediante anuncio divino (Mateo 1:21; Lucas 1:31).

El carácter especulativo de “Yahshua” no niega la posibilidad de que el nombre de Jesús conlleve raíces etimológicas complejas. La interacción de “ser” (היה) y “salvar” (ישע) en Yeshúa o Yehoshúa permite una rica reflexión teológica. Sin embargo, sin evidencia textual o epigráfica, “Yahshua” sigue siendo una hipótesis. El consenso académico, basado en tradiciones manuscritas, patrones lingüísticos y contexto histórico, respalda a Yeshúa (o Yehoshúa) como el nombre hebreo auténtico de Jesús.

En conclusión, el nombre Jesús, como Ἰησοῦς en griego, deriva del hebreo Yeshúa (יֵשׁוּעַ) o Yehoshúa (יְהוֹשֻׁעַ), que significan “salvación” o “YHWH salva”. Estas formas están bien atestiguadas en fuentes bíblicas y extrabíblicas, reflejando su uso generalizado en la cultura judía. El valor teológico del nombre, como lo destaca Mateo 1:21, se conecta directamente con sus raíces lingüísticas, afirmando el papel de Jesús como salvador. En cambio, “Yahshua” carece de fundamento histórico y parece ser una invención moderna, sin respaldo en la evidencia antigua. Como teólogos y lingüistas, debemos priorizar los datos comprobados sobre las reconstrucciones especulativas, afirmando que Yeshúa es el nombre que une precisión lingüística y verdad teológica.

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
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