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Reading: Abraham ofrece a Isaac a Dios
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Torá

Abraham ofrece a Isaac a Dios

Explora la historia de fe más importante y central de la Biblia Hebrea.

Esperanza Viveros
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El viaje de fe de Abraham: el contexto de la Akedah

La historia de Abraham en Génesis se conforma de una serie de pruebas que forjan su identidad como el padre de Israel. Desde su llamado a dejar su tierra natal (Génesis 12:1, לֶךְ־לְךָ֛ lekh lekha) hasta la separación de Ismael (Génesis 21:14), cada desafío fortalece su confianza en Dios. Para cuando llegamos a Génesis 22, Abraham ya está familiarizado con las demandas divinas, pero el mandato de sacrificar a Isaac—su amado hijo y heredero de las promesas de Dios—representa la cumbre de su prueba. Esta prueba no es solo personal, sino un crisol teológico que plantea preguntas sobre la naturaleza de Dios, el significado del sacrificio y la confiabilidad de las promesas divinas.

La Akedah se desarrolla dentro del contexto del pacto de Dios con Abraham, establecido a través de promesas de una gran nación, descendientes incontables y una tierra (Génesis 12:2–3; 17:4–8). Isaac, nacido de Sara en su vejez (Génesis 21:2–3), encarna estas promesas, haciendo que el mandato de ofrecerlo como holocausto sea tanto impactante como paradójico. La narrativa invita al lector a enfrentarse con la tensión entre la obediencia humana y la fidelidad divina, un tema central en la identidad del Israel del pacto.

El mandato divino: una prueba de confianza

La narrativa comienza con el llamado de Dios: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:2). El texto hebreo, קַח־נָ֣א אֶת־בִּנְךָ֨ אֶת־יְחִידְךָ֤ אֲשֶׁר־אָהַ֙בְתָּ֙ אֶת־יִצְחָ֔ק kach-na et-binkha et-yechidkha asher-ahavta et-Yitzchak, construye una intensidad emocional mediante una progresión deliberada: “tu hijo, tu único, a quien amas, Isaac.” El término יְחִידְךָ֤ yechidkha (“tu único”) subraya el estatus único de Isaac como el hijo de la promesa, distinto de Ismael (Génesis 16:15; 21:13). El verbo אָהַ֙בְתָּ֙ ahavta (“amas”) es la primera mención explícita del amor en la Torá, destacando el profundo afecto de Abraham por Isaac y la angustia del mandato.

La frase לֶךְ־לְךָ֛ lekh lekha (“vete”) hace eco de Génesis 12:1, vinculando la Akedah con el llamado inicial de Abraham y enmarcándola como la culminación de su viaje de fe. El destino, אֶ֣רֶץ הַמֹּרִיָּ֔ה eretz ha-Moriyyah (“tierra de Moriah”), es significativo, ya que más tarde se asocia con el sitio del Templo de Salomón (2 Crónicas 3:1), un espacio sagrado central en la adoración de Israel. El mandato de ofrecer a Isaac como עֹלָ֔ה olah (holocausto) evoca el sistema sacrificial de Levítico, donde la olah es completamente consumida por fuego, simbolizando total devoción a Dios (Levítico 1:3–9).

La exigencia es estremecedora, ya que la muerte de Isaac aparentemente anularía las promesas de Dios. Sin embargo, la respuesta de Abraham es inmediata: הִנֵּֽנִי hineni (“Heme aquí”, Génesis 22:1), una sola palabra que expresa total disposición y entrega, usada por figuras como Moisés y Samuel (Éxodo 3:4; 1 Samuel 3:4). Esta respuesta prepara el escenario para la exploración narrativa de la fe bajo prueba, destacando la confianza inquebrantable de Abraham.

El viaje a Moriah: silencio y obediencia

La obediencia de Abraham es inmediata: “Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo” (Génesis 22:3). La ausencia de diálogo subraya su compromiso, en contraste con sus previas negociaciones por Sodoma (Génesis 18:22–33). El viaje de tres días hasta Moriah, que culmina con la visión del lugar “de lejos” (Génesis 22:4), incrementa la tensión narrativa. El “tercer día” a menudo simboliza revelación o liberación divina en las Escrituras (Oseas 6:2; Jonás 2:1–2), anticipando la resolución.

La identificación posterior de Moriah con el Monte del Templo (2 Crónicas 3:1) conecta la Akedah con la adoración de Israel, donde habitaba la presencia de Dios. El acto de Abraham consagra este espacio sagrado, reforzando el significado teológico de la narrativa.

El padre y el hijo: una carga compartida

Al pie de Moriah, Abraham dice a sus siervos: “Esperad aquí con el asno; y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5). El plural וְנָשׁ֥וּבָה venashuvah (“volveremos”) sugiere la esperanza de Abraham de que Dios preservará a Isaac, reflejando confianza en la provisión divina. Abraham coloca la leña sobre la espalda de Isaac, mientras él carga con el fuego y el cuchillo, מַּאֲכֶ֖לֶת ma’akhelet, una herramienta para degollar asociada con las imágenes del sacrificio (Génesis 22:6).

La pregunta de Isaac—“He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” (Génesis 22:7)—hiere la narrativa con patetismo. El hebreo אָבִ֑י avi (“padre mío”) y la tierna respuesta de Abraham, הִנֶּ֥נִּי בְנִ֖י hineni beni (“heme aquí, hijo mío”), resaltan su vínculo. La respuesta de Abraham, אֱלֹהִ֞ים יִרְאֶה־לּ֤וֹ הַשֶּׂה֙ Elohim yireh-lo ha-seh (“Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío”, Génesis 22:8), es a la vez evasiva y profética, expresando fe en la provisión divina. La frase repetida וַיֵּלְכ֥וּ שְׁנֵיהֶ֖ם יַחְדָּֽו va-yelkhu sheneyhem yakhdav (“e iban juntos”, Génesis 22:6, 8) enfatiza su unidad, retratando a Isaac como participante voluntario.

El clímax: obediencia e intervención divina

En la cima, Abraham edifica el altar, acomoda la leña, ata a Isaac (וַיַּעֲקֹ֖ד אֶת־יִצְחָ֣ק va-ya’akod et-Yitzchak, de donde proviene Akedah) y lo coloca sobre la leña (Génesis 22:9). El verbo עָקַד akad (“atar”) es único aquí, sugiriendo un acto ritual. Cuando Abraham alza la ma’akhelet para degollar a su hijo (Génesis 22:10), la narrativa se ralentiza: וַיִּשְׁלַ֤ח אַבְרָהָם֙ אֶת־יָד֔וֹ va-yishlach Avraham et-yado (“extendió Abraham su mano”) precede a וַיִּקַּ֥ח אֶת־הַמַּאֲכֶ֖לֶת va-yikach et-ha-ma’akhelet (“y tomó el cuchillo”). Este ritmo intensifica el suspenso, sumergiendo al lector en la determinación de Abraham.

El ángel de Jehová interviene: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios” (Génesis 22:12). La obediencia de Abraham demuestra su יִרְאַ֣ת אֱלֹהִ֔ים yirat Elohim (“temor de Dios”), que denota lealtad al pacto (Génesis 20:11). Dios provee un carnero, que Abraham ofrece en lugar de Isaac, nombrando el sitio יְהוָ֣ה ׀ יִרְאֶ֑ה Adonai Yireh (“Jehová proveerá”, Génesis 22:14). Este acto reafirma la provisión divina, piedra angular de la fe de Israel (Salmo 23:1).

Conclusión

La atadura de Isaac da testimonio de la fe inquebrantable de Abraham y de la fidelidad de Dios. A lo largo del viaje a Moriah, el הִנֵּֽנִי hineni de Abraham y la silenciosa confianza de Isaac encarnan la devoción del Israel del pacto. La profundidad literaria de la narrativa, desde su ritmo hasta su simbolismo, invita a los lectores a enfrentarse con el sacrificio y la providencia. La Akedah permanece como un llamado a la fe, haciendo eco del “heme aquí” de Abraham en las pruebas de la vida y afirmando la provisión de Dios para quienes confían en Él.

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
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