By using this site, you agree to the Privacy Policy and Terms of Use.
Accept
Logo Logo
  • ES
    • EN
    • ID
    • RU
    • HI
    • PT
    • FR
    • BN
    • DE
  • ES
    • EN
    • ID
    • RU
    • HI
    • PT
    • FR
    • BN
    • DE
  • Inicio
  • Acerca del Dr. Eli
    • Acerca del Dr. Eli
    • Materiales gratuitos
  • Leer e interactuarLeer e interactuarLeer e interactuar
    • Hebreo
    • Torá
    • Evangelios
    • Apóstol Pablo
    • María
    • Oración
    • Temas en tendencia
    • En proceso
  • Libros
  • Escuelas
    • Israel Institute of Biblical Studies (IIBS)
    • Israel Bible Center (IBC)
Reading: Cambiando el futuro liderazgo por un plato de guiso.
Share
Logo Logo
  • ES
    • RU
    • PT
    • ID
    • HI
    • FR
    • EN
    • DE
    • BN
  • Inicio
  • Acerca del Dr. Eli
    • Acerca del Dr. Eli
    • Materiales gratuitos
  • Leer e interactuarLeer e interactuarLeer e interactuar
    • Hebreo
    • Torá
    • Evangelios
    • Apóstol Pablo
    • María
    • Oración
    • Temas en tendencia
    • En proceso
  • Libros
  • Escuelas
    • Israel Institute of Biblical Studies (IIBS)
    • Israel Bible Center (IBC)
Follow US
Dr. Eli © All rights reserved
Torá

Cambiando el futuro liderazgo por un plato de guiso.

Examina el texto hebreo de una de las historias más desconcertantes jamás contadas.

Esperanza Viveros
Share
SHARE

Uno de los momentos clave en la vida de Jacob, una figura central elegida por Dios para liderar la nación de Israel, es su acto engañoso al hacerse pasar por su hermano Esaú ante su padre Isaac. Más adelante exploraremos ese episodio, pero por ahora enfoquémonos en el incidente previo y relacionado: la petición de Jacob para que Esaú le vendiera la primogenitura, y la motivación de Esaú para hacerlo. Tras la muerte de Abraham, Génesis 25 cambia de enfoque hacia la historia de Isaac y Rebeca, preparando el terreno para la narrativa principal de todo el libro de Génesis: la vida de Jacob y sus descendientes.

La profecía de Rebeca

Isaac tenía 40 años cuando se casó con Rebeca. Como otras mujeres significativas en la Biblia, Rebeca enfrentó la infertilidad. A causa de la súplica de Isaac, Dios bendijo a Rebeca y ella concibió. Cuando Esaú y Jacob nacieron, Isaac tenía 60 años, lo cual significa que la pareja soportó 20 años de esterilidad. Durante el embarazo, Rebeca sintió un movimiento intenso. No lo sabía entonces, pero sus gemelos estaban luchando en su vientre. Confundida, buscó la guía de Dios (el texto no especifica cómo o a través de quién). La respuesta de Dios fue críptica; al menos en la versión disponible para nosotros en el libro de Génesis, se complica por el vocabulario y la gramática inusuales del hebreo:

“Y le respondió YHWH: Dos naciones hay en tu seno; Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo; Y el mayor servirá al menor (וְרַב יַעֲבֹד צָעִיר, pronunciado: v’rav ya’avod tza’ir)” (Génesis 25:23).

Cuando nacieron los gemelos, Jacob salió agarrando el talón de Esaú, como si no quisiera quedarse atrás. Esto dio origen a su nombre, Jacob (יַעֲקֹב, pronunciado: Ya’akov), derivado de “talón” (בַּעֲקֵב, pronunciado: ba’akev), un juego de palabras evidente (Génesis 25:24–26). El texto describe las personalidades contrastantes de los hermanos:

“Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza (אִישׁ יֹדֵעַ צַיִד, pronunciado: ish yodea tza’yid), hombre del campo; pero Jacob era varón quieto (אִישׁ תָּם, pronunciado: ish tam), que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza (צַיִד בְּפִיו, pronunciado: tza’yid b’fiv); mas Rebeca amaba a Jacob.” (Génesis 25:27–28)

El mundo antiguo valoraba la rudeza de Esaú, su habilidad como cazador, su fuerza y su instinto de supervivencia. Jacob, en contraste, era más refinado (el hebreo no es del todo claro, pero puede significar algo como “íntegro”), permaneciendo cerca del hogar. El texto señala una división parental: Isaac favorecía a Esaú, probablemente por su propio gusto por la caza, mientras que Rebeca era más cercana a Jacob, quizá porque él simplemente estaba más presente. La Biblia no evita mostrar este afecto desigual, una dinámica que moldea la historia de la familia.

Rebeca probablemente compartió con Jacob el mensaje divino que recordaba de la profecía de Dios: “el mayor servirá al menor” (Génesis 25:23). Esta revelación probablemente influyó en su decisión de orquestar la suplantación de Esaú. También allanó el camino para que Jacob adquiriera la primogenitura de Esaú a cambio de un simple plato de guiso (Génesis 25:29–34).

La fe, el temor y la confusión de Rebeca

Las acciones de Rebeca sugieren que desconocía algo que Isaac sí sabía: que había dos bendiciones distintas. La primera bendición, destinada a Esaú pero obtenida por Jacob mediante engaño, era la bendición del primogénito. Ésta se enfocaba en la prosperidad material y el liderazgo del clan:

“Dios, pues, te dé del rocío del cielo, Y de las grosuras de la tierra, Y abundancia de trigo y de mosto, sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren.” (Génesis 27:28–29)

La segunda bendición, mucho más significativa, era la bendición de Abraham en relación al pacto, que Isaac desde un inicio tenía la intención de otorgar a Jacob. Finalmente, se la dio antes de enviarlo a Paddan-aram para esconderse de la furia de su hermano:

“Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y multiplicar, hasta llegar a ser multitud de pueblos. Y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham.” (Génesis 28:3–4)

Mientras Jacob, ahora fugitivo de la ira de Esaú, dormía sobre una piedra y soñaba con una escalera al cielo, Dios reafirmó esta bendición abrahámica que ya había recibido de su padre:

“Yo soy YHWH, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente.” (Génesis 28:13–14)

La organización que hizo Rebeca del engaño de Jacob para recibir la bendición (Génesis 27) también pudo haber estado influenciada por los matrimonios de Esaú con dos mujeres hititas, los cuales ya habían causado gran aflicción a ella y a Isaac (Génesis 26:34–35). Estos matrimonios seguramente trajeron desilusión respecto a Esaú, pero quizá más aún, provocaron temor por la pequeña comunidad del pacto que aún llamaban familia. Si el futuro líder de su clan no podía guiar a sus esposas a honrar a sus padres, ¿cómo estaría calificado para guiar a todos?

En otras palabras, Rebeca pudo haber temido la agitación adicional que estas mujeres—y su estatus elevado—podían traer al clan si Esaú, como primogénito, asumía su herencia y sus derechos. Su prominencia dentro de la familia podría haber agravado esta angustia, impulsando a Rebeca a asegurar que Jacob recibiera la bendición del primogénito.

La decisión irracional de Esaú

La narrativa cambia rápidamente a Esaú regresando exhausto y hambriento de una jornada de caza, ya que él y su grupo eran los principales proveedores del clan. Jacob, anticipando esta oportunidad, probablemente había preparado el guiso con estrategia, controlando la distribución de alimentos en la familia.

Leemos:

“Y dijo Esaú a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado (הַלְעִיטֵנִי נָא מִן-הָאָדֹם הָאָדֹם הַזֶּה כִּי עָיֵף אָנֹכִי, pronunciado: hal’iteini na min-ha’adom ha’adom hazeh ki ayef anochi)” (Génesis 25:30).

El hebreo capta vívidamente la desesperación de Esaú, rogando literalmente: “¡Dame a tragar eso rojo, eso rojo, porque hambriento estoy!”. Esta demanda impulsiva por el guiso de lentejas le valió el nombre Edom (אֱדוֹם, pronunciado: Edom), relacionado con la palabra hebrea para “rojo”, y sus descendientes serían conocidos como edomitas.

El texto continúa:

“Y Jacob dijo: Véndeme en este día tu primogenitura.Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (Génesis 25:31–32)

En un giro irracional y extraño, Esaú accede a la exigencia absurda de Jacob. Exagerando su hambre, prioriza el alivio inmediato sobre su futuro como líder. En otras palabras, elige un alivio rápido y tangible ahora, en lugar de abrazar su bendecido rol futuro. Más allá del liderazgo familiar, este rol incluía una doble porción de herencia (Deuteronomio 21:17). Dando por sentado el desdén de Esaú, Jacob exige confirmación:

“Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guiso de lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.” (Génesis 25:33–34)

El hebreo enfatiza claramente la actitud despreocupada de Esaú con una secuencia rápida de verbos: “comió, bebió, se levantó, se fue” (וַיֹּאכַל וַיֵּשְׁתְּ וַיָּקָם וַיֵּלַךְ, pronunciado: vayyo’khal vayyesht vayyakom vayyelakh). Esta redacción ágil subraya la indiferencia de Esaú, como si la transacción no tuviera importancia. Actuó como si nada hubiera pasado. Sin embargo, la narrativa concluye con contundencia: “Así menospreció Esaú la primogenitura” (וַיִּבֶז עֵשָׂו אֶת-הַבְּכֹרָה, pronunciado: vayyivez Esav et-hab’khorah), enfocándose en el desprecio imprudente de Esaú por su estatus privilegiado.

Conclusión

En la compleja historia de la vida de Jacob, encontramos un tejido de promesa divina e imperfección humana, que ofrece lecciones profundas para nuestras propias vidas. Rebeca, impulsada por la profecía de Dios de que “el mayor servirá al menor”, actuó con fe, aunque quizá también movida por el temor ante las decisiones imprudentes de Esaú y sus matrimonios preocupantes. Esaú, hambriento, cambió su primogenitura por un efímero plato de guiso, un recordatorio contundente de valorar las oportunidades duraderas por encima de las satisfacciones temporales. Jacob, originalmente nombrado por agarrar el talón de su hermano, encarna la persistencia, pero su camino hacia la verdadera bendición demuestra que los planes divinos prevalecen a pesar de nuestras fallas humanas. Las luchas de la vida, como la batalla de los gemelos en el vientre de Rebeca, pueden parecer caóticas, pero nos moldean y dan forma a nuestro destino. Elijamos con sabiduría, aferrándonos a las promesas de Dios con paciencia, confiando también en que incluso nuestros tropiezos pueden conducirnos hacia horizontes benditos, donde la presencia de Dios nos guiará hacia propósito, llamado y esperanza verdaderos.

 

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
INVITACIÓN PARA UNA ENTREVISTA
Follow US
Dr. Eliyahu Lizorkin-Eyzenberg © 2025. All Rights Reserved.
Welcome Back!

Sign in to your account

Username or Email Address
Password

Lost your password?