Aquellos que se involucran profundamente en el estudio de la Biblia a menudo les asalta una inquietante duda que tiene que ver con el sexto de los Diez Mandamientos, comúnmente entendido como una prohibición contra “matar.” A primera vista, este mandamiento parece prohibir categóricamente quitar la vida humana, planteando complejas cuestiones éticas sobre situaciones como la defensa propia, la guerra o la pena capital. Sin embargo, un examen más minucioso del texto hebreo revela una instrucción más matizada, una que distingue entre matar y asesinar. Al explorar las dimensiones lingüísticas, culturales y teológicas de este mandamiento, descubrimos una comprensión más rica que desafía interpretaciones simplistas e invita a una reflexión más profunda sobre la justicia, la moralidad y la intención divina en la Biblia Hebrea.
La traducción tradicional al español del sexto mandamiento, particularmente en la tan utilizada Reina Valera 1960 es, “No matarás”, Éxodo 20:13; cf. Deuteronomio 5:17). Esta traducción, repetida en muchas versiones modernas, sugiere una prohibición general de toda forma de homicidio. Sin embargo, el verbo hebreo que subyace a esta traducción—לרצח (ratsach)—tiene un significado más específico que el amplio término en español, matar. Una traducción más precisa es “No asesinarás”, como lo adoptan versiones como la Nueva Traducción Viviente, Versión Biblia Libre, Palabra de Dios para ti. Esta distinción es crucial: aunque todo asesinato es una forma de matar, no todo matar constituye asesinato. El asesinato, en términos bíblicos, es el acto injustificado e intencional de quitar la vida humana, mientras que otras formas de matar pueden estar permitidas o incluso ordenadas bajo ciertas condiciones.
Para apreciar esta diferencia, debemos examinar los verbos hebreos relacionados con quitar la vida. El verbo leharog (להרוג), que significa “matar”, es un término general que puede abarcar tanto homicidios justificados como no justificados. Por ejemplo, se usa para describir el asesinato de Abel por parte de Caín (Génesis 4:8), un acto de asesinato, pero también para la muerte de enemigos en batalla (por ejemplo, 1 Samuel 17:50, donde David “mata” a Goliat). En contraste, el verbo ratsach (רצח), usado en el sexto mandamiento, denota específicamente un asesinato ilícito e injustificado. Este verbo aparece en contextos como Números 35:16-21, que describen homicidios intencionales con premeditación, como golpear a alguien con un arma para causarle la muerte. Notablemente, ratsach nunca se usa para muertes justificadas, como defensa propia, guerra o ejecuciones dictadas por un tribunal.
Un tercer verbo, lehamit (להמית), que significa “dar muerte” o “hacer morir”, clarifica aún más el vocabulario bíblico. Este término suele asociarse con muertes legalmente autorizadas o divinamente ordenadas, como la pena capital (por ejemplo, Levítico 20:10, donde los adúlteros deben ser “muertos”) o cuando Dios ordena ejecutar a ciertos infractores (por ejemplo, Deuteronomio 13:9). La distinción entre estos verbos—harag (matar en general), ratsach (asesinar) y hamit (ejecutar)—resalta la precisión del hebreo al abordar cuestiones éticas relacionadas con el homicidio. El uso de ratsach en el sexto mandamiento indica una prohibición contra el asesinato, no una prohibición universal de toda forma de matar.
Esta perspectiva lingüística transforma nuestra comprensión del alcance del mandamiento. La misma Torá proporciona ejemplos donde matar está permitido o incluso requerido, lo cual subraya que la prohibición no es absoluta. Por ejemplo, Éxodo 22:2 establece que si un ladrón es muerto al forzar su entrada en una casa durante la noche, el que lo mató no es culpable, lo que implica un derecho a la defensa propia. De igual forma, Números 35:27 permite al “vengador de la sangre” matar a un asesino que huye de la ciudad de refugio, una forma de justicia retributiva. La Torá también ordena la pena capital por delitos como el asesinato (Génesis 9:6; Números 35:31), la idolatría (Deuteronomio 17:2-7) y la violación del día de reposo (Éxodo 31:14). En la guerra, Dios manda a Israel destruir ciertas naciones, como a los cananeos (Deuteronomio 20:16-17), usando verbos como harag o hamit, pero nunca ratsach. Estos casos demuestran que el sexto mandamiento se dirige al homicidio injustificado y malicioso, no a todo acto de matar.
El contexto cultural y legal del antiguo Cercano Oriente también ilumina esta distinción. En los códigos legales mesopotámicos e hititas, como el Código de Hammurabi, se diferenciaba entre homicidios intencionales e involuntarios, con castigos que variaban según la intención y las circunstancias. El énfasis de la Torá en ratsach se alinea con esta tradición legal más amplia, enfocándose en actos de violencia premeditada o negligente que perturban la armonía comunitaria. Números 35:22-25, por ejemplo, distingue entre asesinato intencional (ratsach) y homicidio accidental, prescribiendo la muerte para el primero pero protección en una ciudad de refugio para el segundo. Este marco refleja una comprensión sofisticada de la justicia, equilibrando retribución con misericordia y reconociendo la complejidad de las acciones humanas.
Teológicamente, el sexto mandamiento subraya la santidad de la vida humana, basada en la creencia de que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios (Génesis 1:26-27). El asesinato, como un acto de ratsach, viola esta huella divina, usurpando la autoridad de Dios sobre la vida y la muerte. Sin embargo, la permisividad hacia ciertos tipos de muerte—como la ejecución o la guerra—sugiere que Dios delega autoridad a agentes humanos bajo condiciones específicas, particularmente para sostener la justicia o proteger a la comunidad del pacto. Esta delegación es evidente en Génesis 9:6, que declara: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada”, afirmando el principio de justicia retributiva, al tiempo que emplea el verbo shafach (“derramar”) en lugar de ratsach, lo cual indica un contexto más amplio para la muerte justificada.
Ampliando la discusión, el sexto mandamiento invita a reflexionar sobre las tensiones éticas entre la justicia y la misericordia en la Biblia Hebrea. Aunque Dios prohíbe el asesinato, las disposiciones legales de la Torá revelan un enfoque pragmático ante la imperfección humana. Las ciudades de refugio (Números 35:9-15) protegen a los homicidas no intencionales, demostrando misericordia, mientras que la pena de muerte para los asesinos sostiene la justicia. Este equilibrio refleja un reconocimiento divino de la complejidad humana, donde la intención, el contexto y las consecuencias moldean los juicios morales. El mandamiento también lleva a considerar cómo se aplican los principios bíblicos a dilemas éticos contemporáneos, como la pena capital, el aborto o la guerra. Aunque la Torá permite ciertas muertes, su énfasis en la santidad de la vida nos desafía a abordar estos temas con humildad y discernimiento, asegurando que cualquier acto de quitar la vida esté en armonía con la justicia y la voluntad divina.
La distinción entre asesinato y matar también resuena en la literatura sapiencial más amplia. Por ejemplo, Proverbios 6:16-17 enumera “las manos derramadoras de sangre inocente” entre las cosas que Dios aborrece, usando el verbo shafach, pero implicando un tipo de muerte injusta similar a ratsach. De igual forma, los Salmos lamentan la violencia injusta (por ejemplo, Salmo 94:6), reforzando la condena bíblica del asesinato como una alteración del orden de Dios. Estos textos sugieren que el sexto mandamiento no es una norma aislada, sino parte de un marco ético más amplio que valora la vida al tiempo que reconoce la necesidad de la justicia.
Para los lectores contemporáneos, comprender el verbo hebreo ratsach transforma el sexto mandamiento de una prohibición simplista en un llamado profundo a honrar la santidad de la vida. Nos reta a distinguir entre actos maliciosos y aquellos motivados por necesidad o justicia, promoviendo un enfoque matizado hacia la toma de decisiones éticas. Esta perspectiva también invita al diálogo con otros temas bíblicos, como el perdón y la reconciliación, que suavizan la justicia con compasión. Por ejemplo, la historia de David perdonando la vida de Saúl (1 Samuel 24) ilustra un rechazo a cometer ratsach, incluso cuando matar podría parecer justificado, señalando el valor de la misericordia sobre la venganza.
En conclusión, el sexto mandamiento, basado en el verbo hebreo רצח (ratsach), prohíbe el asesinato—el homicidio intencional e injustificado—en lugar de toda forma de matar. El uso en la Torá de verbos distintos como harag y hamit, junto con las disposiciones legales para la defensa propia, la ejecución y la guerra, revela un marco ético matizado que equilibra la santidad de la vida con las exigencias de la justicia. Esta comprensión, arraigada en el contexto lingüístico y cultural de la Biblia Hebrea, desafía a los lectores modernos a ir más allá de interpretaciones simplificadas y a involucrarse con las complejidades de la moralidad bíblica. Al reconocer que Dios prohíbe el asesinato pero permite ciertas muertes en condiciones excepcionales, se nos invita a reflexionar sobre cómo estos principios informan nuestro enfoque hacia la justicia, la misericordia y el valor de la vida humana en el mundo actual.