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Reading: ¿Acaso es judío el que lo es interiormente?
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Apóstol Pablo

¿Acaso es judío el que lo es interiormente?

Ha sido tradicional pensar que los cristianos son judíos interiormente, y que los que practican el judaísmo son judíos sólo exteriormente.

Esperanza Viveros
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Puede ser sorprendente para algunos, pero el concepto de un “judío bueno” y un “judío malo” es una idea antigua y, de hecho, de larga data dentro del pensamiento judío. Por supuesto, digo esto con matices y cuidado, ya que estos términos reflejan discusiones complejas sobre ética y conducta, no juicios simplistas.

En Romanos 1–2, Pablo presenta una serie de argumentos que muestran que tanto los judíos como las Naciones están en la misma situación: sufriendo los efectos del pecado en un mismo mundo quebrantado. En Romanos 2, él confronta a los creyentes en Roma que juzgaban a sus hermanos judíos (más débiles) que habían llegado a creer en el Mesías judío, como ellos mismos lo habían hecho (2:1–4).

Pablo no se guarda palabras ni emociones para mostrar cómo el mal comportamiento de algunos seguidores de Cristo en Roma con actitud antijudía sería juzgado por Dios. La justicia de Dios, como todo lo demás, aplica tanto a judíos como a griegos por igual. Así lo expresó Pablo en Romanos 2:5–11:

        “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad; pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego; pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios”.

Pablo continúa su argumento fariseo centrado en el Shemá: el mismo Dios de Israel y de las Naciones no solo derrama ira y juicio sobre la maldad de los judíos que quebrantan el pacto, sino que ciertamente hará lo mismo con aquellos de las Naciones. Leemos su argumento en 2:12–16:

        “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles, que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio”.

El apóstol Pablo, usando sus poderosos argumentos retóricos, busca convencer a los romanos de este hecho sencillo: no todo el que se dice judío lo es verdaderamente delante de Dios. Repetirá el mismo argumento más adelante en Romanos 9, afirmando que no todos los descendientes de Israel constituyen el verdadero Israel. El argumento de Pablo es casi lo opuesto a cómo la mayoría de los cristianos lo entienden hoy: es decir, “los verdaderos judíos hoy son los cristianos” y “los judíos ya no son verdaderamente judíos.” En cambio, Pablo defiende la validez continua del judaísmo judío, porque ve (al igual que los profetas) que Israel siempre ha estado compuesto por “el remanente fiel” y “el resto.” No todos los que decían ser judíos eran judíos buenos, ni todos los que afirmaban ser Israel, lo eran en verdad. (Trataré más adelante con más detalle el tema del judío “interior” vs. “exterior”).

Exhorta a los creyentes romanos en el Mesías judío a considerar este asunto junto con él. “Piénsalo bien,” dice el gran apóstol en Romanos 2:17–25:

       “He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito: El nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”.

Su punto es que los judíos que desobedecen la Torá no deben ser vistos por los seguidores romanos de Cristo como judíos verdaderos o buenos. El argumento es sencillo: no tomes “las manzanas podridas” y construyas tu teología antijudía sobre ellas; más bien, observa a otros tipos de judíos, especialmente a los que siguen a Cristo y obedecen la Torá.

Pablo seguirá argumentando que si un judío no camina ordenadamente conforme a la Torá, no es diferente a uno que no está circuncidado. Aunque siglos separan al apóstol Pablo de Mark Twain, y no escribieron sobre lo mismo, viene a la mente una gran cita del célebre escritor estadounidense: “El hombre que no lee buenos libros no tiene ventaja sobre aquel que no puede leerlos.” Esta, en esencia, es la idea de Pablo: un judío que no vive conforme al espíritu y la letra de la Torá simplemente no es un judío (bueno):

       “Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley. Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios» (Rom. 2:25–29)”.

La intención de esta cita (Rom. 2:25–29) es bastante sencilla: un judío verdadero/bueno, según el apóstol Pablo, es aquel que tiene tanto la circuncisión de la carne como la circuncisión del corazón. Un miembro de las Naciones, si obedece todos los requerimientos de la Torá para no israelitas, es considerado justo ante Dios. Entonces, ¿por qué es importante no afirmar que en Cristo “los gentiles se convierten en judíos espirituales”?

Simplemente porque eso no es lo que sucede. Las Naciones en Cristo son circuncidadas del corazón. Se convierten en Naciones espirituales que adoran al Dios de Israel junto con los judíos. Esta es, sin duda, una vocación elevada. No hay ninguna que lo sea más. Pablo es muy serio respecto a que las Naciones e Israel adoren a Dios juntos sin cambiar su identidad. El Shemá está en juego. La Torá debe ser vindicada: Dios no es solo el Dios de los judíos, sino que es el Dios de todo el mundo.

El cripto judío

Uno de los textos clave que refuerzan el supersesionismo cristiano, a menudo llamado teología del reemplazo, aparece en la carta del apóstol Pablo a los Romanos. La mayoría de las traducciones se alinean estrechamente con uno de estos dos ejemplos:

       “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios”. (Rom. 2:28–29 RVR1960).

“Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni la circuncisión es la externa, en la carne. Pues es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; la alabanza del cual no procede de los hombres, sino de Dios”. (Rom. ‭2‬:‭28‬-‭29‬ ‭NBLA‬‬)

Incluso la menos convencional Complete Jewish Bible, en mi opinión, falla completamente en captar la intención del griego. Rinde estos versículos cruciales como la mayoría de las traducciones cristianas, sugiriendo que Pablo contrasta lo exterior con lo interior, cuando su punto es significativamente distinto.

       “Porque el verdadero judío no lo es solo exteriormente: la verdadera circuncisión no es solo externa y física. Por el contrario, el verdadero judío lo es interiormente; y la verdadera circuncisión es la del corazón, espiritual, no literal; de modo que su alabanza no viene de los demás, sino de Dios”. (Rom. 2:28–29, CJB)

Argumentaré que una traducción fiel al griego original de esta carta vital debe transmitir en español lo que es evidente en griego: Pablo contrasta “lo visible con lo secreto”, no “lo exterior con lo interior”. El texto griego dice:

       οὐ γὰρ ὁ ἐν τῷ φανερῷ Ἰουδαῖός (judío visible) ἐστιν, οὐδὲ ἡ ἐν τῷ φανερῷ ἐν σαρκὶ περιτομή. ἀλλ᾽ ὁ ἐν τῷ κρυπτῷ Ἰουδαῖος (judío secreto) καὶ περιτομὴ καρδίας ἐν πνεύματι, οὐ γράμματι· οὗ ὁ ἔπαινος οὐκ ἐξ ἀνθρώπων, ἀλλ᾽ ἐκ τοῦ θεοῦ. (Rom. 2:28–29)

La primera frase, ἐν τῷ φανερῷ Ἰουδαῖος (en to phaneró Ioudaíos), traducida típicamente como “judío exterior” o “judío en lo exterior”, puede llevar esa interpretación, aunque “judío visible” se alinea más estrechamente con una traducción directa. Sin embargo, la segunda frase, ἐν τῷ κρυπτῷ Ἰουδαῖος (en to kryptó Ioudaíos), difícilmente puede traducirse con precisión como “judío interior” si se quiere reflejar el contraste original de Pablo.

La palabra κρυπτός (kryptós) debería sonar familiar en el siglo XXI—es la raíz de “criptomoneda”. El concepto central de la criptomoneda es estar oculta o secreta de alguna manera a ojos indiscretos.

Así, kryptós significa fundamentalmente secreto u oculto. Aunque puede abarcar “interior”, ese no es su sentido principal. Lo central aquí, especialmente en este pasaje, es que permanece invisible a los ojos humanos. Obsérvese cómo concluye Pablo su argumento: “la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.” (Rom. 2:29). Esta última frase muestra de forma inequívoca que su crítica refleja la enseñanza de Cristo en Mateo 6:1–6:

       “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto (ἐν τῷ κρυπτῷ); y tu Padre que ve en lo secreto (ἐν τῷ κρυπτῷ) te recompensará en público. Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto (ἐν τῷ κρυπτῷ); y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. (Mat. 6:1–6)

Al igual que Jesús, Pablo, un judío, no critica toda la práctica judía con sus muchos rituales externos, sino a ciertos judíos que actuaban hipócritamente, desafiando las enseñanzas de la Torá. Notablemente, no está solo—los escritos rabínicos judíos también condenan esta hipocresía. El Talmud denuncia la hipocresía en varios pasajes. Por ejemplo, Pesajim 113b enumera a tres personas que Dios aborrece, empezando por quien dice una cosa y piensa otra. Asimismo, Yoma 72b afirma que un estudioso de la Torá cuyo interior no concuerda con su exterior no es un verdadero sabio. Estas referencias abundan en los textos judíos.

Estos ejemplos no critican al judaísmo o a sus practicantes en general, sino la hipocresía entre ciertos judíos. Pablo dirige su crítica a este judío religioso hipotético por una razón clara. Usando un estilo de diatriba común en su época, se dirige a una figura ficticia, tal como lo hizo antes con un gentil hipotético en Romanos 1:18–32 y 2:1–16. Para los cristianos gentiles, el mensaje de Pablo es sencillo: aunque las marcas visibles de un judío son buenas, son insuficientes. La fe y las obras deben alinearse con la Torá más allá de los simples signos de identidad judía. La circuncisión vale poco si uno lleva una vida hipócrita desobedeciendo al Dios de Israel y Su Torá. ¿Y la circuncisión del corazón? Este concepto no es nuevo—proviene directamente de la Ley de Moisés en el Antiguo Testamento:

       “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma… Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz”. (Deut. 10:12–16)

       “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas”. (Deut. 30:6–10)

Profetas como Jeremías refuerzan esta idea:

       “Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, hombres de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda, y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras”. (Jer. 4:4)

Los cristianos que pasan por alto esto malinterpretan a Pablo como si criticara al judaísmo en sí como práctica. Pero su punto es totalmente distinto. Dios llama tanto a judíos como a las Naciones a vivir sin hipocresía, con una conciencia limpia delante de Él y de los demás.

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
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