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Reading: La esperanza del divorcio y nuevo matrimonio bíblicos
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Temas en tendencia

La esperanza del divorcio y nuevo matrimonio bíblicos

Reconsidera una de las enseñanzas más malentendidas de Jesús.

Esperanza Viveros
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En el Evangelio de Marcos, algunos fariseos se acercan a Jesús y le preguntan: “¿Es lícito al marido repudiar a su mujer?” (Marcos 10:2). Resumiendo Su respuesta, Jesús declara:

“Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Marcos 10:11–12).

Esto parece ser una declaración absoluta que niega toda legitimidad al divorcio y al nuevo matrimonio de cualquier tipo. El Evangelio de Mateo aclara la pregunta que se hace, la cual difiere de la versión de Marcos. El Evangelio de Mateo proporciona una versión más completa de la pregunta, colocando así la respuesta de Jesús en su contexto adecuado. Según Mateo, los fariseos tentaron a Jesús preguntando: “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mateo 19:3–9). En otras palabras, el relato de Marcos parece presentar la pregunta como una consulta general sobre el divorcio, mientras que la versión de Mateo recalca que los fariseos estaban preguntando específicamente sobre la legitimidad de repudiar a una esposa por “cualquier causa”, una práctica que se había vuelto cada vez más popular entre algunos fariseos. Esta distinción es crucial para comprender la respuesta de Jesús y el contexto del debate.

Debido a la pecaminosidad de la humanidad, la Ley de Moisés justificadamente hizo concesiones para el divorcio en circunstancias extremas, cuando la vida en común para una pareja israelita se volvía insoportable. El divorcio no era aprobado ni ordenado, sino permitido.

El trasfondo de la pregunta formulada

La colección de las Sagradas Escrituras hebreas que hoy llamamos el Antiguo Testamento era la Biblia que Jesús leía. La colección de escritos posteriores que hoy llamamos el Nuevo Testamento nunca fue pensada como una alternativa al Antiguo Testamento (Mat. 5:17–18). Esto es sumamente importante. Toda la Biblia es la Palabra del Dios viviente. Por tanto, para entender a Jesús, debemos comenzar desde Su Biblia. El texto bíblico clave acerca del divorcio se encuentra en Deuteronomio 24. (Quienes deseen un análisis mucho más detallado, consulten la obra de David Instone-Brewer “Divorce and Remarriage in the Bible: The Social and Literary Context” y “Divorce and Remarriage in the Church: Biblical Solutions for Pastoral Realities.”)

Entender este texto y los debates rabínicos sobre su interpretación—debates vigentes en tiempos de Jesús—es de suma importancia si esperamos comprender Sus palabras en respuesta a la pregunta.

Ahí leemos:

“Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente (עֶרְוַת דָּבָר, ervat davar), le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre.” (Deut. 24:1–4)

Los materiales rabínicos revelan dos enfoques farisaicos principales sobre el divorcio, atribuidos a Shammai y Hillel. El debate está documentado en la Mishná (m. Gittin 9:10). Ambos vivieron algún tiempo antes de Jesús. Shammai insistía en que ervat davar (עֶרְוַת דָּבָר) se refería únicamente a inmoralidad sexual. Hillel enseñaba que ervat davar (עֶרְוַת דָּבָר) en Deuteronomio 24:1 podía significar cualquier cosa que desagradara al marido. La frase hebrea ervat davar (עֶרְוַת דָּבָר) es muy difícil de precisar. Literalmente podría significar algo como “desnudez de cosa”. Algunas traducciones enfatizan el aspecto sexual, traduciéndola como “inmoralidad sexual” o “impureza sexual”. Por ejemplo, el Evangelio de Mateo se refiere a ervat davar (עֶרְוַת דָּבָר) como la palabra griega “πορνείᾳ, porneia.” Otros toman una visión más amplia, traduciéndola como “algo indecente” o “algo impropio”, sugiriendo que podría referirse a cualquier conducta o circunstancia que el marido considerara inaceptable, no necesariamente sexual. Por ejemplo, en la traducción judía pre-cristiana de la Septuaginta (LXX), se usa ἄσχημον πρᾶγμα (aschēmon pragma, “asunto indecoroso/indecente”). Esta traducción se vuelve la base del divorcio “por cualquier causa” que Jesús rechazará tajantemente.

La respuesta de Jesús a la pregunta formulada

Para captar las palabras tajantes de Jesús, debemos ver la pregunta de los fariseos en su contexto original. Esencialmente, algunos fariseos le preguntaron: “¿Qué escuela del pensamiento farisaico sobre el divorcio apoyas—el estándar estricto de Shammai referente a la inmoralidad, o el divorcio ‘por cualquier causa’ de Hillel?”

La respuesta de Jesús primero declara que aquellos fariseos que interpretaban ervat davar (עֶרְוַת דָּבָר) en Deuteronomio 24:1 de una manera tan laxa habían abandonado la enseñanza sagrada de la Torá sobre la creación de Adán y Eva:

“Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Mat. 19:5–6)

Los fariseos que hacían la pregunta replicaron:

“¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?” (Mat. 19:7)

Jesús continuó su argumento y la defensa de la escuela farisaica de Shammai en contra de la de Hillel:

“Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera.” (Mat. 19:8–9)

Jesús primero evoca la condición pecaminosa de la humanidad como la única razón por la cual la ley de Moisés permite el divorcio en absoluto, pero respalda la visión conservadora de Shammai: ervat davar (עֶרְוַת דָּבָר) solo puede significar “inmoralidad sexual”, no puede referirse a cualquier cosa que al marido no le guste de su esposa en general. La enseñanza clave aquí es que Jesús no condenó todo divorcio y nuevo matrimonio, sino específicamente el divorcio y nuevo matrimonio propagado por algunos fariseos en su tiempo. Jesús hizo una declaración clara y simple: cualquiera que no haya obtenido un divorcio por causas bíblicas sigue casado. Por lo tanto, si esa persona “se vuelve a casar”, evidentemente es culpable de adulterio.

Otros fundamentos bíblicos para el divorcio

En Éxodo leemos una ley que Dios impone sobre un hombre que toma por esposa a una sierva. Esta ley nos ayuda a entender el corazón de Dios en este asunto, y tiene que ver con negligencia y abuso en el matrimonio. Leemos:

“Si tomare para sí otra mujer, no disminuirá su comida, ni su vestido, ni el deber conyugal. Y si no hiciere por ella estas tres cosas, ella saldrá de gracia, sin dinero.” (Éx. 21:10–11)

Las tres provisiones de alimento, vestido y derechos conyugales en Éxodo 21:10–11 forman las obligaciones fundamentales que un esposo debe a su esposa. Estas reflejan la preocupación de Dios por la justicia y la dignidad dentro del matrimonio. Revelan un principio más amplio: el matrimonio es un pacto de cuidado mutuo y respeto, donde cada cónyuge tiene derecho a necesidades básicas e intimidad.

Este principio recalca que el matrimonio no es meramente un contrato legal, sino una relación arraigada en amor, provisión y honor mutuo. Estos deberes aplican tanto a esposos como a esposas.

La ley permite a la esposa salir sin castigo si su esposo no cumple con sus deberes, y lo mismo se aplica al esposo. Esto afirma su derecho a libertad y protección. Así, Éxodo 21 demuestra que la negligencia, específicamente el fracaso en cumplir con estas obligaciones matrimoniales básicas, constituye una razón legítima para el divorcio, incluso más allá de los fundamentos explícitos en Deuteronomio 24.

Además, el abuso físico generalmente se considera una violación de las obligaciones matrimoniales y una justificación para el divorcio que protege al vulnerable. Este entendimiento no se refiere a incidentes aislados, sino a abuso o negligencia sistemática y prolongada, especialmente cuando todos los esfuerzos por restaurar el pacto matrimonial han sido ignorados. Las reglas en Éxodo sirven como base para los deberes matrimoniales. Muestran que la ley de Dios reconoce varias razones válidas para el divorcio.

Este principio también aparece en 1 Corintios, que prioriza la justicia y el bienestar del oprimido. El apóstol Pablo, profundamente familiarizado con la ley mosaica como fariseo entrenado bajo Gamaliel (Hech. 22:3) y consciente de los debates rabínicos precristianos, se dirige a creyentes gentiles tempranos en Corinto. Estos creyentes estaban considerando dejar a sus cónyuges paganos. Pablo instruye a los creyentes a permanecer casados si el cónyuge pagano consiente en vivir en paz. Adorar a un dios distinto no es fundamento bíblico para divorcio. Sin embargo, si el incrédulo (pagano) se va, el creyente “no está obligado” (οὐ δεδούλωται, ou dedoulōtai), literalmente “no está esclavizado”. En este caso, el creyente es libre para casarse de nuevo (1 Cor. 7:10–15). Este “privilegio paulino” refleja la liberación de Éxodo 21 ante la negligencia, tratando el abandono voluntario como disolución del pacto. La declaración de Pablo de que un matrimonio válido dura hasta la muerte también es aplicable: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive…” (Rom. 7:2; 1 Cor. 7:39). El apóstol presupone que no existen fundamentos bíblicos para el divorcio en los escenarios que él aborda.

En otras palabras, el apóstol Pablo y Jesucristo están completamente sincronizados en este asunto importante. El divorcio solo es permitido por rupturas graves como inmoralidad sexual o abandono (abuso o negligencia), no por preferencia.

¿Dios odia el divorcio?

La afirmación repetida de que “Dios odia el divorcio” se basa en una traducción inadecuada de Malaquías 2:16. El hebreo dice:

כִּי-שָׂנֵא שַׁלַּח, אָמַר יְהוָה אֱלֹהֵי יִשְׂרָאֵל, וְכִסָּה חָמָס עַל-לְבוּשׁוֹ, אָמַר יְהוָה צְבָאוֹת:

Literalmente, el hebreo dice algo como:

“Porque él odia, él despide, dice YHWH, el Dios de Israel. Y cubre de violencia sus vestidos, dice YHWH de los ejércitos.”

Algunas traducciones, como la NASB en este caso, no se apegan al hebreo original; cambian de la tercera persona a la primera, presumiblemente para mejorar la legibilidad:

“Porque yo odio el divorcio,” dice el Señor, el Dios de Israel, “y él que cubre de violencia sus vestidos,” dice el Señor de los ejércitos.” (NASB)

Sin embargo, algunas traducciones, como la NIV en este caso, se apegan más fielmente al hebreo:

“El hombre que aborrece y repudia a su esposa,” dice el Señor, el Dios de Israel, “cubre de violencia a aquella sus vestiduras,” dice el Todopoderoso.” (NIV)

El contexto refuerza una traducción estilo NIV. Malaquías condena el divorcio traicionero de hombres israelitas que abandonaban a esposas del pacto para casarse con mujeres extranjeras (Mal. 2:14–15), violando el pacto matrimonial del cual Dios mismo es testigo. El pecado no es el divorcio en sí, sino el divorcio injustificado—un abandono violento que, en este caso, perjudica a una mujer vulnerable e inocente.

Pero eso no es todo.

El verbo hebreo soneh (שֹׂנֵא), típicamente traducido como “odiar”, implica amor reducido o preferencia disminuida más que aborrecimiento absoluto. Los precedentes bíblicos lo aclaran: Dios “amó” a Jacob y “odió” a Esaú (Mal. 1:2–3; Rom. 9:13), significando que eligió a uno sobre el otro, no que despreciaba a Esaú (el trato de Dios hacia Esaú demuestra que también lo amaba). De manera similar, el llamado de Jesús a “odiar” a los padres (Luc. 14:26) exige priorizarlo a Él por encima de la familia, no odio literal hacia los padres. En Malaquías, soneh (שֹׂנֵא) se refiere a un marido que prefiere a una mujer extranjera más joven por encima de su esposa israelita probablemente mayor, al divorciarla cruelmente. En el hebreo, es el esposo, no Dios, quien hace el “odiar”.

En resumen, “Dios odia el divorcio” simplifica en exceso un texto matizado. Él odia la violencia que rompe los pactos, no la disolución legítima del matrimonio. Él estableció regulaciones para proteger al oprimido.

Conclusión

En el sagrado tapiz del matrimonio, tejido por la propia mano de Dios desde el amanecer de la creación en Génesis, observamos tanto un pacto inquebrantable como una gracia compasiva en medio de la fragilidad humana. Las palabras de Jesús en Marcos 10:11–12 parecen absolutas a primera vista, pero Mateo 19 revela el verdadero blanco: el divorcio “por cualquier causa”, promovido por la escuela de Hillel. Afirmando la postura más estricta de Shammai, Jesús rechaza los divorcios hillelianos que habían ganado popularidad. Éxodo 21:10–11, aunque no tratado por Jesús porque la pregunta concernía únicamente Deuteronomio 24:1, refleja el corazón de la Torá al otorgar libertad ante negligencia sistemática, abuso o negación de alimento, vestido y derechos conyugales—rupturas del pacto que destruyen al vulnerable. Pablo armoniza esto en 1 Corintios 7:15, liberando al creyente cuando un incrédulo abandona el matrimonio.

Sin embargo, aun cuando un divorcio ocurre fuera de estos límites—cuando la dureza del corazón lleva a una separación injustificada, cuando ervat davar es mal aplicado o ignorado—la gracia de Dios permanece asombrosamente amplia. La cruz de Cristo no califica los pecados por severidad; los cubre todos. La misma sangre que perdona la idolatría, el asesinato o la avaricia perdona el pecado de un divorcio no bíblico. La negación de Pedro, el adulterio y asesinato de David, la horrible persecución de Pablo contra los primeros seguidores de Jesús—ninguno estuvo más allá de la redención. Tampoco este pecado. El arrepentimiento vuelve el corazón hacia Dios, y Su perdón es completo, restaurando al pecador a la comunión con Él y con Su pueblo.

Amado(a), si la traición, la crueldad, el abandono o la negligencia impenitente han destrozado tu matrimonio conforme a fundamentos bíblicos, escucha esta buena noticia con claridad: Dios comprende tu dolor. Punto. Él prioriza tu dignidad y seguridad por encima de un vínculo tóxico que se ha quebrado irreparablemente. El nuevo matrimonio, sobre estos fundamentos bíblicos y después de esfuerzos exhaustivos por restaurar el pacto, no es adulterio, sino una puerta hacia sanidad, plenitud y un nuevo amor de pacto bajo la bendición de Dios.

Y si el divorcio mismo fue el pecado—si fue iniciado sin fundamento escriturario—levanta tus ojos al mismo Salvador. Su gracia no se agota por nuestras fallas; se magnifica en ellas. Confiesa, recibe misericordia y camina hacia adelante en la libertad de quien ha sido perdonado. Levántate con esperanza—tu Creador redime historias rotas, invitándote a un gozo y a un futuro lleno de Su provisión fiel. Busca consejo sabio, procura la reconciliación cuando sea posible, pero ten presente que la libertad en Cristo incluye liberación de la opresión para los hijos de Dios y el perdón ilimitado que hace nuevas todas las cosas.

 

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
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