Logo Logo
  • ES
    • EN
    • ID
    • RU
    • HI
    • PT
    • FR
    • DE
    • PL
  • ES
    • EN
    • ID
    • RU
    • HI
    • PT
    • FR
    • DE
    • PL
  • Inicio
  • Acerca de
  • ArtículosArtículosArtículos
    • Torá
    • Oración
    • Temas en tendencia
    • Evangelios
    • Hebreo
    • Apóstol Pablo
    • María
    • En proceso
  • Libros
    • Libros
    • Escuchar
  • Escuelas y cursos
    • Israel Institute of Biblical Studies (IIBS)
    • Israel Bible Center (IBC)
Reading: La gracia de Dios en la oración judía
Share
Logo Logo
  • ES
    • RU
    • PT
    • PL
    • ID
    • HI
    • FR
    • EN
    • DE
  • Inicio
  • Acerca de
  • ArtículosArtículosArtículos
    • Torá
    • Oración
    • Temas en tendencia
    • Evangelios
    • Hebreo
    • Apóstol Pablo
    • María
    • En proceso
  • Libros
    • Libros
    • Escuchar
  • Escuelas y cursos
    • Israel Institute of Biblical Studies (IIBS)
    • Israel Bible Center (IBC)
Follow US
Dr. Eli © All rights reserved
Oración

La gracia de Dios en la oración judía

¿El judaísmo realmente cree en la “justificación por obras”?

Esperanza Viveros
Share
SHARE

Uno de los temas persistentes en la teología del reemplazo —la creencia de que los cristianos han sustituido a los judíos como el pueblo del pacto de Dios— es la idea de que Dios puede transformar incluso objetos inanimados, como piedras, en Sus hijos. Esta idea suele derivarse de pasajes del Nuevo Testamento, como Lucas 3:7–8, que se citan para respaldar la visión tradicional de que los cristianos han reemplazado a los judíos en el plan redentor de Dios. Sin embargo, un examen más cercano de estos textos revela una intención distinta, arraigada no en una dicotomía entre judíos y gentiles, sino en un contraste entre judíos y aquellos que encarnan una identidad judía más verdadera, impulsada por la fe. Este ensayo explora las enseñanzas de Juan el Bautista, Jesús y Pablo, junto con una antigua oración judía, para argumentar que el Nuevo Testamento enfatiza la fidelidad y el arrepentimiento por encima del simple linaje étnico como la marca del pueblo del pacto de Dios.

La confrontación de Juan el Bautista: arrepentimiento sobre ascendencia.

En Lucas 3:7–8, Juan el Bautista lanza una aguda reprensión a sus compatriotas judíos que venían a él para ser bautizados:

“¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.”

A primera vista, este pasaje podría parecer disminuir la importancia de la identidad judía, sugiriendo que Dios podría reemplazar al pueblo judío con otros, incluso con piedras inanimadas. Esta interpretación se alinea con la afirmación de la teología del reemplazo de que la iglesia ha sustituido a Israel. Sin embargo, el contexto de las palabras de Juan apunta a un mensaje distinto. Juan estaba dirigiéndose a un grupo específico de judíos que asumían que su linaje étnico desde Abraham garantizaba su estatus de pacto, sin importar su conducta moral o espiritual. Su advertencia no trataba de judíos siendo reemplazados por gentiles, sino de la necesidad de un arrepentimiento y una transformación genuinos.

La referencia de Juan a “piedras” es una figura retórica que enfatiza que el poder de Dios no está limitado por el linaje humano. La frase “hijos a Abraham” no implica un grupo nuevo de personas, sino más bien aquellos que emulan la fe y obediencia de Abraham. En el pensamiento judío, Abraham no solo era el progenitor físico de Israel, sino también el arquetipo de la fidelidad, como se ve en su confianza en las promesas de Dios (Génesis 15:6). La crítica de Juan, por lo tanto, va dirigida a aquellos que dependen de la ascendencia sin encarnar la fe que definió la relación de Abraham con Dios. Su llamado a “hacer frutos dignos de arrepentimiento” subraya que la membresía del pacto requiere una respuesta activa y transformadora al llamado de Dios, no sólo un derecho de nacimiento.

La enseñanza de Jesús: las obras definen a los hijos de Abraham.

Un tema similar emerge en las enseñanzas de Jesús, particularmente en su confrontación con ciertos judíos que se oponían a Él. En Juan 8:39, Jesús declara:

“Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.”

Esta declaración surge en un intercambio acalorado donde Jesús cuestiona la afirmación de sus interlocutores sobre su filiación abrahámica. Al igual que Juan el Bautista, Jesús no está negando su identidad judía, sino preguntando si sus acciones se alinean con la fe y la justicia ejemplificadas por Abraham. Las “obras de Abraham” se refieren a una vida de confianza en Dios, hospitalidad y obediencia, como se ve en su disposición a sacrificar a Isaac (Génesis 22) y su intercesión por Sodoma (Génesis 18). El punto de Jesús es que la verdadera identidad del pacto se demuestra por la fidelidad, no sólo por los lazos étnicos o genealógicos.

Esta enseñanza socava la suposición de la teología del reemplazo de que Jesús buscaba establecer un nuevo pueblo del pacto distinto de Israel. En cambio, Jesús llama a sus compatriotas judíos a una expresión más profunda y auténtica de su relación de pacto con Dios. Su crítica paralela a la de Juan enfatiza que Dios valora el arrepentimiento y la obediencia por encima del privilegio asumido basado en la ascendencia. Lejos de reemplazar a Israel, Jesús está renovando el llamado a vivir como los verdaderos herederos de Abraham mediante la fe.

La teología de Pablo: hijos de la promesa.

La teología del reemplazo suele citar las palabras del apóstol Pablo en Romanos 9:6–8 para argumentar que los cristianos se han convertido en el pueblo escogido de Dios en lugar de los judíos:

“No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.”

Este pasaje se interpreta con frecuencia como evidencia de que la iglesia ha reemplazado a Israel como el pueblo del pacto de Dios. Sin embargo, el argumento de Pablo es más matizado y se alinea con las enseñanzas de Juan y Jesús. Escribiendo a una comunidad mixta de creyentes judíos y gentiles en Roma, Pablo aborda la cuestión de por qué algunos judíos no han aceptado a Jesús como el Mesías. Su respuesta es que la membresía del pacto siempre ha sido definida por la promesa de Dios, no solo por el linaje físico.

La referencia de Pablo a Isaac e Ismael ilustra este punto. Ambos eran hijos de Abraham, pero Isaac era el “hijo de la promesa” porque su nacimiento cumplió la promesa específica del pacto de Dios (Génesis 17:19–21). Ismael, aunque también hijo de Abraham, representa al “hijo según la carne”, nacido por iniciativa humana y no por promesa divina (Génesis 16). El contraste de Pablo no es entre judíos y gentiles, sino entre dos maneras de relacionarse con Dios: una mediante la fe en Sus promesas y otra mediante la dependencia del esfuerzo o estatus humanos.

Para Pablo, “Israel” no es sinónimo de linaje étnico, sino de aquellos que encarnan la fe de Abraham, ya sean judíos o gentiles. Esto no significa que los judíos estén excluidos del pacto; más bien, afirma que la membresía del pacto está arraigada en la fidelidad a la promesa de Dios, como lo ejemplifican Abraham e Isaac. El argumento más amplio de Pablo en Romanos 9–11 enfatiza la fidelidad perdurable de Dios hacia Israel, culminando en su declaración de que “todo Israel será salvo” (Romanos 11:26). Lejos de apoyar la teología del reemplazo, la teología de Pablo reafirma la centralidad de Israel mientras expande el pacto para incluir a los gentiles que comparten la fe de Abraham.

Una antigua oración judía: contexto para la identidad del pacto.

Las enseñanzas de Juan, Jesús y Pablo resuenan con una antigua oración judía, Ribon Kol HaOlamim (“Maestro de la Eternidad”), aún recitada hoy en la liturgia judía. La oración refleja un reconocimiento humilde de la relación de pacto de Israel con Dios, arraigada no en el mérito humano sino en la misericordia y promesa divinas:

“Maestro de la Eternidad, no es por nuestra justicia que traemos delante de ti nuestras súplicas, sino por tu gran misericordia. ¿Qué es nuestra fidelidad?! ¿Qué es nuestra justicia?! …¿Qué puede realmente decirse delante de ti, Señor Dios, Dios de nuestros Padres?! …pero somos hijos de tu amado Abraham, a quien juraste en el Monte Moriah. Somos la simiente de Isaac, su hijo único, que fue atado en el altar. Somos la comunidad testigo de Jacob, escogida y amada por ti hasta lo sumo…”

Esta oración subraya que el estatus de pacto de Israel está fundado en la elección misericordiosa de Dios de Abraham, Isaac y Jacob, no en una justicia inherente al pueblo. La referencia a Isaac, “quien fue atado en el altar”, destaca su papel como hijo de la promesa, cuya vida de obediencia reflejó la fe de Abraham. El énfasis de la oración en la misericordia divina y en el legado del pacto de los patriarcas corrige la suposición de que la ascendencia étnica por sí sola asegura la membresía del pacto —una idea que Juan, Jesús y Pablo también confrontaron.

Conclusión: fidelidad, no reemplazo.

Las enseñanzas del Nuevo Testamento de Juan el Bautista, Jesús y Pablo no respaldan la afirmación de la teología del reemplazo de que los cristianos han sustituido a los judíos como el pueblo del pacto de Dios. En cambio, enfatizan que la verdadera identidad del pacto está definida por la fidelidad, el arrepentimiento y la confianza en las promesas de Dios, como lo ejemplificaron Abraham e Isaac. El llamado de Juan al arrepentimiento, la exigencia de Jesús de hacer las obras de Abraham, y la distinción de Pablo entre hijos de la carne e hijos de la promesa apuntan a una visión de Israel que trasciende la mera etnicidad mientras permanece arraigada en el pacto de Dios con Abraham.

La oración Ribon Kol HaOlamim refuerza esta perspectiva, recordándonos que la relación de pacto de Israel con Dios es un regalo de misericordia divina, no un privilegio ganado mediante el esfuerzo humano. Al enfocarse en la fidelidad en lugar del reemplazo, estos textos invitan a todas las personas —judías y gentiles por igual— a participar en el pacto de Dios por medio de la fe, asegurando que la promesa hecha a Abraham perdure como bendición para todas las naciones (Génesis 12:3).

 

Cita poderosa

La Biblia no necesita ser reescrita, pero sí necesita ser releída.

James H. Charlesworth
INVITACIÓN PARA UNA ENTREVISTA
Follow US
Dr. Eliyahu Lizorkin-Eyzenberg © 2025. All Rights Reserved.
Welcome Back!

Sign in to your account

Username or Email Address
Password

Lost your password?