La identidad de los “hijos de Dios” en Génesis 6:1–2 es uno de los misterios más enigmáticos y debatidos de toda la Biblia. El pasaje dice: “Aconteció que cuando comenzaron los hombres (הָאָדָם) a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas (וּבָנוֹת יֻלְּדוּ לָהֶם), que viendo los hijos de Dios (בְנֵי-הָאֱלֹהִים) que las hijas de los hombres eran hermosas (בְּנוֹת הָאָדָם, כִּי טֹבֹת הֵנָּה), tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.” Esta referencia críptica, junto con la mención de los “Nefilim” en Génesis 6:4, ha provocado siglos de especulación. ¿Quiénes eran estos “hijos de Dios”? ¿Seres angélicos, descendientes humanos de Set, gobernantes tiránicos o miembros de un concilio divino? Este ensayo explora cuatro interpretaciones principales, evalúa sus fundamentos bíblicos y contextuales, y propone una visión preferida—que los “hijos de Dios” eran miembros del Concilio Divino de Dios—mientras permanece abierto a la complejidad del texto. La discusión está estructurada para complementar la exploración previa acerca de la esposa de Caín.
El panorama interpretativo
La brevedad de Génesis 6:1–4, combinada con su lenguaje y cosmovisión arcaicos, da lugar a múltiples interpretaciones. La frase “hijos de Dios” (בְנֵי-הָאֱלֹהִים, b’nei ha-Elohim) aparece en otros lugares del Antiguo Testamento, especialmente en Job, ofreciendo indicios pero ninguna respuesta definitiva. Las “hijas de los hombres” (בְּנוֹת הָאָדָם, b’not ha-adam) y la descendencia resultante, frecuentemente relacionada con los Nefilim, añaden más complejidad. Cuatro interpretaciones principales dominan las discusiones académicas y tradicionales, cada una basada en diferentes supuestos textuales, teológicos y culturales.
1. La interpretación angélica
La primera interpretación sostiene que los “hijos de Dios” eran seres angélicos que traspasaron los límites divinos al casarse con mujeres humanas. Esta visión, prevalente en las tradiciones judías y cristianas tempranas, se apoya en textos como el Libro de Enoc (1 Enoc 6–11), una obra del período del Segundo Templo que describe a los “Vigilantes” (ángeles) descendiendo a la tierra, codiciando a las mujeres y produciendo descendencia gigante, los Nefilim. El apoyo bíblico incluye Job 1:6, 2:1 y 38:7, donde los “hijos de Dios” aparecen como seres celestiales que se presentan ante Dios o se regocijan en la creación. El Nuevo Testamento puede reflejar esta visión, ya que Judas 1:6–7 menciona a los ángeles que “no guardaron su dignidad” y cometieron pecado sexual, aludiendo posiblemente a Génesis 6.
Fortalezas: Esta interpretación concuerda con los mitos del antiguo Cercano Oriente sobre uniones entre lo divino y lo humano, y encaja con el tono sobrenatural de Génesis 6:1–4, especialmente con la descripción de los Nefilim como “hombres valientes” y “varones de renombre” (Gén. 6:4). El término b’nei ha-Elohim suele denotar seres espirituales en el Antiguo Testamento, y la transgresión explica el diluvio como juicio divino (Gén. 6:5–7).
Desafíos: La idea de ángeles casándose con humanos plantea preguntas teológicas. Jesús declara en Mateo 22:30 que los ángeles no se casan, aunque esto podría aplicarse a su estado celestial, no al caído. El texto canónico carece de detalles explícitos sobre ángeles descendiendo, dependiendo de fuentes extrabíblicas como 1 Enoc para mayor claridad. Además, la viabilidad biológica de una unión entre ángeles y humanos es especulativa, dado que los ángeles suelen ser descritos como seres espirituales, no físicos.
2. La interpretación setita
La segunda visión identifica a los “hijos de Dios” como los descendientes piadosos de Set, el tercer hijo de Adán, y a las “hijas de los hombres” como mujeres de la línea impía de Caín. Esta interpretación centrada en lo humano surgió en la exégesis cristiana temprana, en parte para evitar las implicaciones sobrenaturales de la visión angélica. Presenta Génesis 6 como una lección moral acerca de los justos (la línea de Set) que se mezclan con los impíos (la línea de Caín), conduciendo a la corrupción social y al diluvio.
Fortalezas: Esta visión evita elementos sobrenaturales especulativos, basando la narrativa en la historia humana. Génesis 4–5 contrasta la línea rebelde de Caín (por ejemplo, la violencia de Lamec, Gén. 4:23–24) con la línea fiel de Set (por ejemplo, “los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová,” Gén. 4:26). El énfasis en el pecado humano en Génesis 6:5–7 respalda una decadencia moral impulsada por decisiones humanas.
Desafíos: El texto no vincula explícitamente a los “hijos de Dios” con Set ni a las “hijas de los hombres” con Caín. El término b’nei ha-Elohim nunca se usa para humanos en otro lugar del Antiguo Testamento, lo que hace que esta interpretación sea menos natural lingüísticamente. Además, la naturaleza extraordinaria de los Nefilim (Gén. 6:4) es más difícil de explicar como simple descendencia humana, y la visión lucha por reflejar el tono cósmico del pasaje.
3. La interpretación de los gobernantes
La tercera interpretación sugiere que los “hijos de Dios” eran gobernantes o nobles tiránicos, posiblemente descendientes de Lamec (Gén. 4:19–24), que abusaban de su poder tomando mujeres por la fuerza. Esta visión interpreta b’nei ha-Elohim como “hijos de los dioses” o “líderes divinamente designados”, reflejando los idiomas del antiguo Cercano Oriente donde los reyes o élites eran llamados hijos divinos (por ejemplo, Sal. 2:7). La frase “tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas” (Gén. 6:2) sugiere poligamia coercitiva, en armonía con el comportamiento violento y polígamo de Lamec.
Fortalezas: Esta visión mantiene la narrativa enfocada en lo humano, evitando suposiciones sobrenaturales o genealógicas. Se ajusta al contexto social de Génesis 6:5, donde la maldad humana se incrementa, y refleja relatos antiguos de hombres poderosos que explotaban a las mujeres. Los Nefilim podrían verse como su descendencia célebre, exaltada por el estatus de sus padres.
Desafíos: Al igual que la visión setita, esta interpretación tiene dificultades con el término b’nei ha-Elohim, que normalmente denota seres celestiales, no gobernantes humanos. La descripción de los Nefilim como “gigantes” o “hombres valientes” (Gén. 6:4) pierde fuerza si se trata sólo de hijos de élites humanas. Además, el texto no proporciona apoyo directo para identificar a los “hijos de Dios” como gobernantes.
4. La interpretación del Concilio Divino
La cuarta y preferida interpretación sostiene que los “hijos de Dios” eran miembros del Concilio Divino de Dios, seres celestiales distintos que habitaban en el ámbito divino pero no eran ángeles. Esta visión se basa en pasajes como el Salmo 82:1, donde Dios preside en la asamblea de los “dioses” (אֱלֹהִים, Elohim), y en Job 1:6, 2:1 y 38:7, donde los “hijos de Dios” participan en asambleas celestiales. Estos seres, subordinados al Señor, transgredieron al casarse con mujeres humanas, produciendo a los Nefilim.
Fortalezas: Esta interpretación concuerda con el uso lingüístico de b’nei ha-Elohim como seres celestiales y con la cosmovisión antigua de un concilio divino (por ejemplo, 1 Rey. 22:19–20; Isa. 6:6–8). Explica la naturaleza extraordinaria de los Nefilim como híbridos divino-humanos y el diluvio como juicio por una rebelión cósmica. El Jardín del Edén, descrito como un monte en Ezequiel 28:12–13, funciona como un puente entre el cielo y la tierra, apoyando la idea de seres divinos interactuando con humanos en un espacio sagrado.
Desafíos: Al igual que la visión angélica, esta interpretación se basa en un marco sobrenatural que puede parecer especulativo para los lectores modernos. La distinción entre los miembros del Concilio Divino y los ángeles no siempre es clara en la Escritura, y el texto no describe explícitamente a estos seres descendiendo a la tierra. Las implicaciones teológicas de que seres divinos pequen también requieren un tratamiento cuidadoso.
Perspectivas bíblicas y contextuales
Para evaluar estas interpretaciones, debemos considerar el contexto bíblico más amplio y la cosmovisión del público original de Génesis—los israelitas que salían de la esclavitud en Egipto. A diferencia de los lectores modernos, que suelen buscar precisión científica o histórica, los israelitas vivían en un mundo “congestionado de dioses”, donde los seres divinos, los gobernantes humanos y los espacios sagrados formaban parte de la teología cotidiana. Sus preguntas se centraban en el poder, la lealtad y la relación de Dios con Israel, no en la mecánica de las uniones divino-humanas.
Textos clave
El término “hijos de Dios” aparece en Job 1:6 y 2:1, donde se presentan ante Dios, con Satanás como un intruso que rinde informes. Job 38:7 los describe regocijándose en la creación, sugiriendo una existencia previa a la humanidad. Estos pasajes presentan a los “hijos de Dios” como seres celestiales no angélicos, posiblemente parte de un concilio divino (Sal. 82:1; 1 Rey. 22:19–20; Isa. 6:6–8). El motivo del concilio refleja a Dios consultando con seres celestiales, como en la visión de Micaías del juicio de Acab (1 Rey. 22:19–20) y el llamado de Isaías (Isa. 6:8).
El papel del Jardín del Edén como punto de encuentro cósmico (Ezeq. 28:12–13) apoya la visión del Concilio Divino. Descrito como una montaña, el Edén era un “vestíbulo” donde el cielo y la tierra convergían, permitiendo la interacción entre la familia terrenal de Dios (los humanos) y su familia celestial (los miembros del Concilio Divino). La presencia de Satanás en el Edén (Gén. 3) concuerda con su papel en Job 1:6, asistiendo a las asambleas divinas.
Ángeles y seres celestiales
Es crucial aclarar el término “ángel”. En hebreo, mal’akh (מַלְאָךְ) y en griego angelos (ἄγγελος) significan “mensajero”, abarcando a varios tipos de seres celestiales. La Escritura describe arcángeles (Miguel, Gabriel), querubines (Gén. 3:24), serafines (Isa. 6:2–3), ofanim (Ezeq. 1:15–21) y ángeles comunes (Heb. 1:14). Otros seres, como los Cuatro Seres Vivientes (Ezeq. 1; Apoc. 4:6–8), los Veinticuatro Ancianos (Apoc. 4:4) y las almas bajo el altar (Apoc. 6:9–11), reflejan una jerarquía celestial compleja. Los “hijos de Dios” probablemente ocupaban un rango superior al de los ángeles, como miembros del concilio con autoridad, distintos de los mensajeros o guardianes.
Jesús y los hijos de Dios
Surge naturalmente la pregunta: ¿dónde encaja Jesús en este marco? Juan 3:16 describe a Jesús como el “Hijo unigénito de Dios” (τὸν Υἱὸν τὸν μονογενῆ, ton Huion ton monogene), siendo monogene “único” o “de una sola clase”. A diferencia de los “hijos de Dios”, Jesús no es un ser creado, sino el Hijo eterno, distinto en naturaleza y función. Mientras los “hijos de Dios” participan en el concilio divino, Jesús es el Verbo divino por medio del cual todo fue creado (Juan 1:1–3), no un miembro del concilio, sino su cabeza suprema.
Evaluación de la visión del Concilio Divino
La interpretación del Concilio Divino es preferida por su coherencia con la cosmovisión antigua y la evidencia lingüística. Los israelitas entendían a Dios como quien preside una asamblea celestial, concepto reflejado en textos ugaríticos y mesopotámicos. Los “hijos de Dios” como miembros del concilio explican su atracción hacia las mujeres humanas como una transgresión de los límites divino-humanos, paralela a mitos antiguos pero reinterpretada dentro de la teología monoteísta de Israel. El papel cósmico del Edén respalda esta idea, al igual que la naturaleza extraordinaria de los Nefilim, sugiriendo descendencia divino-humana.
Sin embargo, la escasez de detalles explícitos en Génesis 6:1–4 exige humildad. La visión angélica sigue siendo plausible, dado su testimonio temprano, mientras que las visiones setita y de los gobernantes ofrecen alternativas centradas en lo humano que evitan la teología especulativa. El contexto del diluvio (Gén. 6:5–7) enfatiza la maldad humana, lo cual podría respaldar cualquiera de las interpretaciones, ya que tanto el pecado divino como el humano pudieron provocar el juicio divino.
Reflexiones teológicas y culturales
Para los israelitas, Génesis 6 no era un enigma científico, sino una narrativa teológica que afirmaba la soberanía de Dios sobre un mundo caótico. La historia de los “hijos de Dios”, ya sea sobre rebelión divina o corrupción humana, subrayaba la necesidad de la intervención divina (el diluvio) y la renovación del pacto (Noé). Hoy en día, lectores de contextos politeístas, como ciertas regiones de la India, pueden encontrar intuitiva la visión del Concilio Divino, resonando con un universo poblado de seres espirituales. Para otros, el pasaje desafía las suposiciones modernas acerca del gobierno solitario de Dios, invitando a explorar más profundamente el alcance cósmico de la Escritura.
Conclusión
Los “hijos de Dios” en Génesis 6 siguen siendo un profundo misterio, con interpretaciones que van desde seres angélicos hasta descendientes de Set, gobernantes tiránicos o miembros del Concilio Divino. La visión del concilio, que imagina a la familia celestial de Dios transgrediendo en el espacio sagrado del Edén, se alinea mejor con el lenguaje del texto y la cosmovisión de Israel. Las escenas del concilio en Job, el papel cósmico del Edén y la filiación única de Jesús enriquecen esta perspectiva; sin embargo, la brevedad del texto nos llama a mantenernos abiertos a otras posibilidades. Este enigma nos invita a maravillarnos ante el tejido de la Escritura, donde los ámbitos divino y humano se entrelazan, impulsándonos a buscar la sabiduría de Dios en medio del asombro de Su creación.